
30 julio 2010
MIEDO A OLVIDARTE

22 julio 2010
JUNTO A VOS

La clave estaba en el mensaje que encontró escrito con birome en uno de los LP que había rescatado de la casa de sus abuelos. “Con todo mi amor, para que me recuerdes por siempre. Amelia”.
¿Quién era Amelia? No recordaba ese nombre. Quizás alguna tía abuela. Pero el mensaje no parecía provenir de un familiar.
Comenzó a pensar de dónde había sacado ese disco. Era imposible saberlo. Aquel día revisó todas las habitaciones y cargó la pila de LP sin prestar atención. Recién un mes después, sintió curiosidad de descubrir ese tesoro.
El tocadiscos no funcionaba pero una vez conseguida la pieza fundamental, todo estaba listo para deleitarse con aquellas viejas canciones. Escuchó un par de temas, pero la frase rondaba en su cabeza.
El domingo fue de visita a la casa de su tía. Disimuladamente tiró el nombre de aquél disco de The Carpenters. Todos siguieron hablando como si nada. La información no estaba allí.
Escuchaba una y otra vez aquellas canciones. Le agradaban, pero en el fondo buscaba pistas a través de las mismas. Una en especial atraía su memoria emotiva “Close to you” ¿qué diría la canción? Buscó la letra, Internet facilitaba las cosas. “El día que tu naciste los ángeles se juntaron y decidieron crear un sueño hecho realidad, así que esparcieron polvo de luna en tu cabello dorado y luz de estrellas en tus ojos de azul”. No cabían dudas era la descripción perfecta de su abuelo.
Recordó aquellos sábados por la tarde, cuándo él solía llevarla a la plaza en aquél viejo Chevy bien cuidado y en la moderna casettera sonaba siempre esa misma melodía.
¿Quién era Amelia? ¿Qué significaba para el abuelo?
Esa música ligada a su niñez la hacía parte de aquél secreto. No podía encarar al padre. Tenía miedo de destapar verdades que habían permanecido ocultas por alguna razón. Los protagonistas ya no estaban ¿o tal vez sí?
Citó a Don Pascual en el bar de la esquina de la que había sido su casa desde que nació, y anteriormente la de los abuelos. Volver al barrio le trajo muchos recuerdos. Don Pascual conocía a su familia. Si alguien podía darle una pista, ese era él. A las tres y media en punto entró en el bar. Ella había llegado antes, necesitaba asentar recuerdos para no perder el objetivo.
Hablaron de cualquier cosa hasta que finalmente se animó a preguntarle si sabía quién era Amelia. Pascual permaneció callado y con la cabeza gacha durante unos minutos.
Él conocía aquella historia pero también tenía en claro que, si hablaba, traicionaría la confianza de un entrañable amigo. Los ojos sinceros de esa joven fueron más fuertes.
- Amelia llegó al barrio con tan sólo ocho años. Se crió entre nosotros, siempre la cuidábamos. Con su simpatía se había ganado el corazón de todos. Estaba enamorada de Julio. No era la única. Él era alto, de buen porte, rubio. Sus ojos, de un azul intenso, encandilaban.
Cuando Amelia cumplió diecinueve, Julio ya tenía su familia armada. Quince años los separaban. A ella, todo eso parecía no importarle -.

El relato de Don Pascual la dejó perpleja. En definitiva no había obtenido la información deseada.
Debía averiguar dónde estaba Amelia. Tenía que encontrarla para cerrar una historia. Muchas veces se planteó si debía hurgar en el pasado o era mejor dejar las cosas como estaban. Si algo había aprendido de su abuelo, era seguir hasta el final.
Comenzó haciendo averiguaciones por el barrio. Ya no quedaba casi nadie de aquella época, sin embargo los que sí estaban fueron de mucha utilidad.
Para agosto, ya tenía la dirección de Amelia. Ahora debía juntar ánimo y enfrentar la situación.
El sábado por la tarde llegó al barrio de Boedo dispuesta a irse con la verdad. Tocó timbre y aguardó unos minutos. Una señora le abrió la puerta.
- ¿Usted es Amelia? - dijo ella entusiasmada.
- No, señorita aguarde que ya la van a atender.
Un muchacho apenas tres o cuatro años mayor que ella se presentó.
- Hola, soy Sebastián, en que te puedo ayudar. – dijo estrechándole la mano.
- Busco a la señora Amelia ¿está?
- Pasá, hay un par de cosas que debo contarte.
Amelia había fallecido hacía dos años. Sebastián era su nieto y había heredado su casa, con el consentimiento de toda la familia.
Era músico, tocaba el piano y en esa tarea se encontraba cuando ella lo interrumpió.
Rosa, la empleada, le trajo un café.
En el living, intacto desde los años ´70, se podían ver colgados los retratos de Amelia y de su familia.
Por fin vio aquel rostro que tantas veces imaginó. Realmente era muy hermosa. Sintió que no estaba segura de contarle a Sebastián el motivo de su visita. No tenía derecho a desdibujar la imagen de su abuela.
Él la sorprendió.
- Sos la nieta de Julio, ¿verdad?
- ¿Cómo sabes? – respondió ella.
- Son muy parecidos.
El muchacho se paró, fue hasta el baiút y de uno de los cajones tomó una foto vieja.
- ¿Éste es tu abuelo?
Ella se puso a llorar. Hacía mucho que no recordaba su imagen. Se vió parecida y se sintió orgullosa de que la relacionaran con él. Sebastián le extendió los pañuelitos de papel para que secara sus lágrimas.
- ¿Qué viniste a buscar? – preguntó una vez que ella había alcanzado la calma.
- Quiero saber que relación unía a tu abuela y al mío.
- ¿Para qué revolvés el pasado? Si fue un secreto durante años y viviste sin saber de la existencia de mi abuela, ¿para qué traer esa historia al presente cuando los protagonistas no pueden contar su verdad?
- Yo necesito saber, encontré esto – Y de una bolsa sacó el disco de The Carpenters.

Ella no pudo evitar desilusionarse. No había tenído un buen vínculo con la abuela. La hizo sentir inferior en varias oportunidades. De todos modos se apenó por ella. No juzgó a su abuelo. Lo quería demasiado, él tendría sus motivos.
18 julio 2010
NO SE ESCRIBIR POEMAS

No se escribir poemas, sin embargo los escribo.