28 diciembre 2011

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS VI

Volvimos a mi casa algo inquietos. Martín no paraba de sacar conjeturas. El trabajo fue lo primero que dijo.
- Tal vez la empresa no pueda quedarse sin mí.
- Mirá Martín, vos sabes que yo te quiero mucho, que me siento muy sola desde que no estás… bueno físicamente hablando. Pero sinceramente no creo que tenga que ver con el trabajo. Sabés perfectamente que nadie es indispensable.
- Sí, es verdad. Pero los que quedaron tampoco son una joyita. – dijo haciéndose el agrandado. Comenzamos a reír sin parar y a defenestrar a cada uno de nuestros compañeros, familiares incluidos. Cenamos y el cansancio se hacía sentir. ¿Sentiría cansancio él?
- ¿Dormís?
- Si, como no voy a dormir.
- ¿Y lo haces como antes… cuando estabas vivo?
- No siento grandes diferencias realmente.
- Es tan extraño estar hablando de estas cosas.
- Siempre hablamos de estas cosas.
- ¡Es cierto!
- Tal vez por eso te puedo ver – las risas volvieron a invadir el ambiente.
Me había olvidado todo lo que nos divertíamos.
Cuando nos conocimos, caímos en gracia. Éramos apenas unos adolescentes tratando de ser adultos. Nos poníamos serios para trabajar, pero al rato estábamos bailando en la oficina.

- ¿En que pensás?
- En el pasado. Me estaba acordando la vez que casi chocamos. Nos salvamos de milagro.
- Si, me acuerdo. Los dos estábamos en cualquiera.
- Pero yo no manejaba, vos sí.
- Ahora me vas a echar la culpa que hace seis años atrás casi te morís.
- Bueno echar la culpa no, pero …
- ¿No tenés otro recuerdo mejor?
- Tal vez lo más conveniente sea que vayamos a dormir – le dí un beso y me fui a mi habitación.
La semana había transcurrido en forma rutinaria, como siempre. Martín seguía sin encontrar la causa de su estadía en este plano y yo trabajaba bajo su presión.
Se volvía cada vez más complicado mantener charlas dentro del trabajo. Mis compañeros me veían hablando sola y pensaban que la muerte de Martín me había afectado más de lo normal.
Había momentos en los que él se ausentaba por un par de horas, pero nunca me sabía decir adonde iba.
El otoño estaba instalado y todos se habían acostumbrado a la idea de su ausencia. Sabía que eso lo lastimaba. No comprendía como podía ser que se hubiesen olvidado tan rápido de él. La realidad era diferente a la visión de Martín y yo pude entenderla después de un tiempo. Nadie se había olvidado de él. La rutina marcaba los pasos a seguir para que la vida fuera menos trágica.
Intenté explicárselo miles de veces pero era inútil.
Una mañana mientras desayunábamos me pidió un favor.

- Quiero ver a Carolina. Necesito decirle varias cosas. Quizás esa sea mi cuenta pendiente.
- No pretenderás que yo te acompañe.
- Laura, sabés perfectamente que no me puede escuchar.
- Esto es lo más parecido a Ghost, la sombra del amor. Patético.
- No seas irónica. No te estoy pidiendo que me prestes tu cuerpo, sólo necesito ver a Carolina.
- Está bien. Está bien.
- Gracias - y se levanto para abrazarme. Y no me soltaba ya casi no podía respirar.
- Si me matas antes, dudo que ambos podamos pasar de plano aflojá un poco con los abrazos.
Esa misma tarde me junté con Carolina. Me costó convencerla. Últimamente no salía demasiado. Después de los tediosos trámites se había encerrado en su casa.
Martín quería decirle tantas cosas. La única forma que se me ocurrió fue que le escribiera en computadora para que no reconociera la letra. Sospechoso también, pero nuestra coartada era perfecta. Le iba a decir que, acomodando las cosas de la oficina de Martín, había encontrado una carta para ella. Si lo pensaba dos veces no era muy creíble, pero la realidad es que nos íbamos a aprovechar de sus defensas bajas. Suena horrible, pero era la única forma que teníamos para saber si eso era el pase al otro plano.

26 diciembre 2011

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS V


Rosa me consiguió el teléfono del brujo. Lo llamé pero no le adelanté demasiado. Quería decirle las cosas cara a cara. Al día siguiente yo tenía que presentarme a trabajar, ya no podía faltar más.
Martín me acompañó. Era rara la situación. Volver juntos al lugar que compartíamos pero él ya no podía impartirme órdenes.
Se quedó en mi oficina. Me resultaba incómodo tenerlo al lado supervisando cada cosa que hacía.

- Así que usas el facebook en la hora laboral. ¡Qué bonito! Seguro que hacías lo mismo antes.
- ¿Antes de qué?
- De que muriera. Ja seguro que perdías tiempo en eso y yo no me daba cuenta.
Me ayudó en varias tareas esa tarde. Parecía que nada malo había ocurrido.
Cuando su padre llegó se sorprendió y yo me puse nerviosa.

- ¿Todo bien, Laura? – preguntó extrañado Ernesto.
- Ningún problema. ¿Necesitaba algo?
- Si, pero no creo que me puedas ayudar. El único que sabía resolver esto era Martín. – y bajó la cabeza como recordando.
- Pedíle que te lo muestre – Dijo Martín.
- Ernesto, ¿Me lo presta?
No se muy bien porque motivo accedió a mi pedido, pero Martín logró resolver el inconveniente y me fue dictando la respuesta.
Ernesto se sorprendió. Se quedó mirándome fijo como si reconociera a su hijo en mí.
Me agradeció y se fue. Supongo que el momento lo emocionó.
Al salir de la oficina fuimos con Martín a ver al brujo.
Octavio Fuentes. Un nombre imponente. Más de telenovela que de brujerías pero por el momento, era la única solución que teníamos.
El lugar era bastante normal. Muy alejado de mis fantasías. Nada de telas colgando en el techo ni bolas de cristal. Menos que menos se apareció el tal Octavio con un turbante en la cabeza. Martín tenía razón. Mi imaginación era excesiva.

- Un gusto de conocerla, Laura.
- Gracias, igualmente.
- ¿En qué puedo ayudarlos?
- ¿Ayudarlos?
- Estás acompañada ¿no es así?
- ¿Ve a Martín? – pregunté sorprendida.
- Lo puedo sentir.
- Ese es, justamente, el motivo de mi visita. Martín está muerto pero yo soy la única que lo puede ver.
- ¿Tenés que decir con tanta ligereza que estoy muerto? – acotó Martín molesto. Lo chisté para que sintiera que eso no era lo importante en ese momento.
- ¿Hace cuanto que murió?
- Un mes - dijimos al unísono.
- Está más que claro, que hay un motivo por el cual él no puede despegar de este plano.
- Yo pensé lo mismo – argumenté orgullosa de que mi teoría fantasiosa, como me había dicho él, pudiera ser cierta.
- Para que … ¿Cómo se llama el difunto?
- ¿Difunto? Por Dios que palabra espeluznante – Dijo él estremeciéndose.
- Martín. Se llama Martín Paz.
- Decile que no me vuelva a decir difunto.
- Cortala Martín.
- ¡Deciseló!
- Por favor sería tan amable de llamarlo por su nombre.
- Por supuesto. Se ponen muy susceptibles cuando no tienen definido el plano donde permanecer.
- En conclusión ¿Qué tenemos que hacer Octavio?
- Vos nada, querida. Martín va a tener que tratar de descubrir cual es la cuenta pendiente que tiene en la tierra. Sólo así va a poder partir.
Estaba más que claro. Había algo de su vida que quedó inconcluso.
Martín no tenía la más pálida idea de cual era su cuenta pendiente. Iba a ser difícil encontrar la solución al problema.
Antes de pagarle a Octavio e irnos, le pregunté.

- ¿Y yo porque estoy metida en todo esto?
- No podría asegurarte. Tiene un poco que ver con la predisposición de cada persona y sobre todo con lo que tenés aquí – apoyó su mano en mi corazón. No hizo falta que nos explicara más. Ya teníamos la punta del ovillo.

22 diciembre 2011

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS IV


Por la mañana desayunamos en silencio. Quiso mate, como siempre. Le pedí permiso para no ir a trabajar ese día y me lo concedió. A su vez llamé a la oficina y me reporté enferma.
Nos tomamos el cuarenta y cuatro y llegamos al cementerio de la Chacarita.

- ¿Qué hacemos acá? ¿murió alguien y no me enteré?
- Algo así, Martín.
Siguió caminando a la par mía. Yo temblaba. No había estado en aquel lugar desde su entierro.
Llegamos a su lápida y me puse frente a él para que no pudiese ver.

- Necesito contarte algo muy importante.
- Podes dejar de dar vueltas y decirme que pasó de una vez por todas.
- Te acordás del día de la fiesta.
- Si por supuesto.
- Te fuiste sin saludar.
- Si, pero volví. Vos te fuiste sin saludar.
- Bueno, no importa eso ahora ¿Recordás qué pasó después?
Hizo una pausa. Intentó recordar pero no lo lograba.
- No me acuerdo. Sólo tengo la imagen de la reunión de ayer.
- Después de la fiesta volviste a tu casa. Te empezaste a sentir mal. Carolina llamó al médico, te trasladaron al hospital más cercano. No pudieron hacer nada. – y mi voz iba desapareciendo- Tu corazón dejó de latir.
Mi rostro estaba lleno de lágrimas y vi un gesto raro en el de él. Como si mi relato le hubiese traído recuerdos.

- Me estás cargando. Todo esto es una broma de mal gusto, Laura.
- No es broma. Te estoy contando la verdad de la mejor manera posible. No es fácil para mi decirte que estás muerto.
- ¿Muerto? Estás loca. Me trajiste hasta acá para decirme tremenda pavada, por favor.
- Mirá el nicho y comprobálo con tus propios ojos – al terminar de decir esas palabras me corrí para que él mismo pudiera ver la realidad.
Estaba cara a cara con la muerte.
Su nombre escrito en aquella lápida lo obligaban a creer en mi relato. Cayó de rodillas frente a si mismo. Acarició el mármol y lloró desesperado. Intenté abrazarlo pero me apartó con un brusco movimiento. Entendí que necesitaba estar solo y salí del lugar.
Me senté en las escalinatas y esperé. Sabía que me iba a buscar.
Se sentó a mi lado y hundió su cabeza entre las piernas. No dijimos nada. Yo no paraba de llorar. Era un llanto calmo. Al cabo de unos minutos cruzó los brazos sobre las piernas y balanceándose tocaba mi hombro con su cabeza. Intentaba reanimarme.

- ¿Lloraste mucho? - Preguntó como si se tratase de alguien ajeno.
- Incansablemente. Te extraño ¿sabes?
- Me imagino. ¿Hace cuánto que no estoy?
- Un mes.
- ¿Carolina?
- No sabe que hacer con su vida. Está muy triste pero también tiene en claro que no te puede defraudar. Siempre transmitís esa alegría y optimismo a todos.
- Transmitía ¿Te cuesta todavía hablar en pasado?
- No me resigno a hablar de vos en pasado.
- Tal vez por eso sos la única que me puede ver.
- No lo sé.
- Uh ¿mi mamá?
- Entre todos tratan de contenerla.
- La quiero ver.
- Yo no te puedo acompañar
- Por favor, lleváme. Necesito ver a mi mamá.
Nos levantamos al mismo tiempo y fuimos hasta la casa de su madre.
Toqué el timbre, algo nerviosa. No podía saber en que forma iba a reaccionar. Si bien me conocía y tenía un gran afecto por mí, tal vez no era el momento para interrumpirla.
Se sorprendió de mi visita pero me hizo pasar.
Tenía la cara demacrada. Se notaba que había estado llorando hacía poco tiempo.

- Qué raro que me vengas a visitar.
- Eh… Quería saber como estaba.
- Y… sabés como es esto.
- Si. – dije mientras bajaba la cabeza. Me sentía mal de no saber bien que decir pero le estaba dando la posibilidad a Martín de volver a ver a su madre.
- Decíle que le viniste a traer plata, y dale lo que tenés en la billetera.
Lo miré sorprendida porque tenía sólo veinte pesos encima.
- Hacéme caso – prosiguió.
- Le vine a traer plata - Y cuando saqué la billetera tenía quinientos pesos.
- Gracias. Pareciera que Martín estuviera acá.
- Algo así – me acerqué para darle un beso y un fuerte abrazo. Lo hice por los dos. Martín tenía los ojos llenos de lágrimas y advertí que iba a ser mejor que me fuera antes, de que ninguno de los tres pudiera controlar el llanto.
Salimos de allí con el ánimo por el piso. Ambos teníamos mil preguntas sin respuestas. ¿Cómo seguía todo? ¿Qué debíamos hacer? Él estaba más perdido que yo. Por alguna razón, todavía seguía en este plano.

- Tal vez tenés una cuenta pendiente.
- Siempre fantaseando. No cambias más – y se hecho a reír. Reímos juntos.
- Te hablo enserio. Por algo no te vas.
- No se si es bueno. Debo ser la primera persona que no se da cuenta que murió.
- Típico tuyo – y volvimos a reír. Pero yo tenía razón. No existía persona más despistada que Martín.
- ¿Será algo relacionado con Carolina?
- No creo que con ella tengas cuentas pendientes. ¿Será conmigo?
- No. Con vos tampoco tengo cuentas pendientes. Pero sí estoy seguro que sos la persona elegida para ayudarme y no se equivocaron.
- ¿No te hubiese gustado más que sea Caro la que pueda verte y no yo?
- No te voy a mentir. Hubiese sido fantástico. Pero si tuviera que elegir otra persona serías indudablemente vos. Mi hermanita. – y puso su mano en mi cara acariciándola.
- Tuve suerte entonces.
- Así parece. Igual esto de quedarme por la mitad no me resulta nada gracioso.
- ¿Te gustaría irte definitivamente?
- Creo que sí. Ya no tengo posibilidades de vivir. Me siento Gasper.
- No sé como ayudarte. Voy a llamar a Rosa otra vez. Ella conoce un brujo, quizás nos pueda dar una pista.
- ¿Un brujo? ¿Y si vemos a un cura?
- Podría ser otra opción. Pero tenemos que ser precavidos, van a creer que estoy loca. – rió nuevamente sin parar. Era verdad lo que yo decía. Mi versión del muerto que no sabe que murió, podía llevarme a la internación directa.

19 diciembre 2011

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS III

Con Rosa lo empezamos a perseguir. Comenzó a caminar y tomó el colectivo. Era la primera vez en diez años que lo veía tomar uno. Se dirigía a la oficina, no cabían dudas.
Lo seguí con su auto. Cuando llegué, el padre de Martín estaba esperándome enfurecido. Me había ausentado de la reunión y hacía dos horas que estaba fuera de la oficina. Los teléfonos no dejaban de sonar. El reto, fue con subida de tono incluida. Me sentí sola. Ya nadie me defendía.
Martín entró a la oficina para ocupar su lugar y presenció la escena. Comenzó a gritarle a su padre.

- Te volviste loco, porqué le gritas así a Laura. Yo la autoricé a salir.- pero era inútil, él no lo podía escuchar.
Yo me ponía más nerviosa aún, por un lado quería calmar a Martín y por el otro disculparme con Ernesto.

- Tiene razón – dije levantando el tono de voz pero en lugar de dirigir mí mirada hacia Ernesto lo hice a Martín.
Se produjo un silencio. Ernesto me miraba con odio que luego cambió por compasión.

- Disculpáme Laura, estamos todos nerviosos. Quizás debas tomarte unos días para superar lo que sucedió. Sé que para vos es muy difícil tanto como para mí.
- ¿Pero qué pasó? – preguntó Martín preocupado.
- Después te explico – dije entre dientes.
- ¿Qué dijiste Laura? – Quiso saber Ernesto.
- Nada, que tiene razón y quizás necesite unos días para calmarme.
Quería abandonar la oficina de una vez por todas pero Martín se quedaba. Estaba esperando que su padre le dejara el lugar. Me desesperaba no saber como sacarlo de allí. Lo tomé de un brazo y lo empujé hacia afuera.

- Estás demasiado rara, no sé que te pasa.
- Estoy bien. Me sentí un poco floja y a parte, te quería comentar algo. Es una idea que tuve, nada más. ¿Escuchaste que tu papá me dijo que debía descansar? Tal vez sería buena idea.
- Sí, seguro. No tengo problema que te tomes unos días.
- ¿Y si te los tomás conmigo?
- Definitivamente no estás bien. Sabés que te quiero como si fueras mi hermanita menor pero ¿vos querés que mi mujer me mate?
- Capaz que no tiene problema.
- Desquiciada. Sí, sí. Estas totalmente fuera de eje.
- Una semana.- supliqué subiendo mis hombros.
- De ninguna manera. Por Dios, Laura ¿Por qué no vas con tu novio? Les va a hacer bien.
No había forma de evadir a Martín de la realidad. Era necesario decirle la verdad pero ignoraba como. En un instante de distracción, desapareció.
Lo busqué por todos lados, sin suerte. La llamé a Rosa. Ella creyó que tal vez ya se había dado cuenta y pasado a otro plano. Intenté calmarme y me puse a terminar mi trabajo.
Lo seguía buscando por todos lados pero era inútil.
Quizá Rosa tenía razón y Martín descansaba finalmente en paz.
Me fui a casa un poco triste. Sentí que lo había perdido por segunda vez.
No tenía hambre, pero sí mucho sueño. Me di una ducha y me recosté.
Escuchaba un ruido a lo lejos. Me sentía como perdida entre sueños. Me costó mucho reaccionar. Estaba sonando el timbre. Me levanté con miedo. Era muy extraño que a esa hora viniera alguien a mi casa.
Era Martín. Le abrí lo más rápido que pude.

- Es terrible lo que sucede – dijo con desesperación.
- ¿Te enteraste? – pregunté con cautela.
- ¿Tiene otro?
- ¿Quién tiene otro?
- Mi mujer ¿tiene otro?
- No. ¿Cómo podés pensar eso?
- No me contesta. Nadie me contesta. Tengo un vacío en mi mente, no recuerdo si me peleé con todos o si me hicieron algo.
- Tranquilizáte Martín, no pasa nada. Quedate a dormir acá y mañana me acompañás a un lugar. Vas a entender todo, te lo prometo. – lo abracé fuerte. Me sentía dichosa de poder verlo otra vez. Pero era muy grande su angustia. Le armé una cama improvisada en el sillón y la noche transcurrió tranquila.

16 diciembre 2011

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS II


Se hizo una reunión para ver cómo nos repartíamos las tareas. Estábamos los mismos que en el velorio, o por lo menos la imagen era la misma.

Giré mi cabeza cuando sentí que alguien estaba a mi lado.

Quedé pasmada. Mi respiración se entrecortaba. Trataba de hablar por celular pero le era imposible.

Imposible era lo que estaba sucediendo. No podía ser. Seguramente la falta de sueño estaba produciéndome alucinaciones.

Cerré los ojos y los volví a abrir. Pero seguía allí. Reconocí su ropa. No podía ser verdad. Observé al resto. Parecían no darse cuenta de lo que sucedía.

No me moví. Intentaba no pensar que lo tenía a mi lado, mientras escuchaba el discurso absurdo que estaba dando parte del directorio.

- ¿Qué le pasa a este celular que no me puedo comunicar con nadie? ¿y esta reunión sin sentido que significa? – preguntó dirigiéndose a mí.

- Eh , eh… - no sabía que decirle. Me estaba volviendo loca sin embargo ahí estaba, a mi lado y hablándome.

No podía ser verdad.

- ¿Qué te pasa? ¿desde cuándo titubeas?

- No… no estoy titubeando. Porque mejor no nos vamos, no creo que sea para nosotros esta reunión – argumenté alejándolo de aquel lugar. Si de algo me había dado cuenta era de que él no sabía la verdad.

No sabía que había muerto.

Lo tomé del brazo y lo llevé hasta la calle.

Saludó a la vecina pero ella no le respondió.

Volviéndose a mí, dijo

- ¿Qué le pasa a todo el mundo? ¿nadie saluda hoy? – Y se fue caminando hacia la esquina mientras seguía intentando comunicarse por celular.

Yo no sabía como reaccionar. ¿Cómo podía ser que estuviera acá y que sólo me viese a mí?

Corrí a la esquina y lo llevé hasta el auto. Llamé a mi amiga y le dije lo que estaba sucediendo. Al principio no me creyó. Pero al verme tan convencida, me pidió que nos encontráramos en la confitería Splendid.

Martín se subió a su auto, pero pensé que era más prudente que manejara yo. Con cualquier excusa tomé el volante. Él me seguía hablando como si nada hubiera sucedido. Yo trataba de responderle lo más normal posible.

Finalmente llegamos a la confitería y bajamos los dos. Martín no estaba muy de acuerdo en acompañarme. Le pedí por favor que no me dejara sola, había vuelto a tener ataques de pánico, como hacía un par de años atrás.

Rosa estaba esperando en la mesa que se encuentra cerca del piano. Llegamos los dos. Era lógico, mi amiga no podía verlo. Martín se sentó a mi lado y pidió un café para él y un cortado mitad y mitad para mí. Tuve que volver a repetir el pedido y él se sorprendió. Pero siguió con el tema del celular.

- Contáme de que se trata esta locura de que ves a Martín.

- Bajá la voz , Rosa, te puede oír. Está al lado mío.

- Esto es demasiado ¿Llamaste a tu psicóloga?

- Si, claro. La llamé y le dije que veo gente muerta. Por Dios ¿en qué estas pensando? ¿querés que me internen?

- Me parece una locura todo esto.

- Ah, porque a mí no – dije en tono irónico.

- Bueno, ¿y qué vas a hacer?

- Y no sé. Por el momento nada. Él no sabe que está muerto y no creo conveniente decírselo.

- ¿Por qué no? Quien mejor que vos para darle la noticia. Tal vez por eso sos la única que lo puede ver.

- ¿Y si no lo acepta?

- Laura, por favor estamos hablando de alguien que está muerto. Esto es una locura me siento una idiota discutiendo sobre este tema como si fuese algo normal.

- Ya sé que no lo es. Pero qué hacer. Recién pude evadir sus preguntas pero ¿Por cuánto tiempo más?

- Este café esta frío – dijo Martín con cara de asco – voy a pedirle al mozo que me lo cambie.

- Dejá Martín, yo le digo quedate tranquilo.

- Qué atenta que estás hoy ¿qué te pasa? Me cambiaron a Lau – y rió con ganas.

Rosa no podía ayudarme demasiado. Debatimos un largo rato. Martín se impacientaba, nunca se podía quedar quieto más de una hora. De hecho dejó la plata de todo lo que habíamos consumido y se fue. Era imposible detenerlo.

12 diciembre 2011

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS I


Antes de comenzar a publicar nuevamente, quería contarles que por razones de estudio no pude ni leer ni publicar nada en el blog.
En esta oportunidad quiero contarles que voy a publicar en varios capítulos ya que el cuento En el jardín de las rosas, es un poco más largo de lo habitual. Es muy especial para mí ya que involucra a una persona muy importante en mi vida.
Espero no aburrirlos.
Besos a todos.





EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS


CAPITULO I

--- Claro que voy a ir a la fiesta. – Dije mientras desarmaba el teléfono inalámbrico para limpiarlo, y continué - Estas insistiendo hace tanto que me contagiaste tus ganas.

-No son ganas. La gente merece divertirse después del año complicado que tuvimos.

-Tenés razón. Y continué con mi tarea - ¿No te vas todavía?

-Hasta que no vea que podés volver a armar ese teléfono, no me muevo de acá – dijo soltando una carcajada picaresca.

Sonreí también y terminé de armarlo para que de este modo pudiéramos irnos.

Al día siguiente todo estaba listo para comenzar la celebración.

Llegué después de él y lo saludé con un beso, casi obligándolo.

-Te vi hace un rato, dejate de hinchar con tantos besos.

-Cortála ¿qué te cuestan?, si son gratis – y reímos.

La noche transcurrió sin pena ni gloria. No estuvimos mucho en contacto. Cada uno atendía su juego, su gente. Aunque en definitiva ambos terminamos estando del mismo lado.

Siempre del mismo lado.

Nos habíamos conocido hacía diez años atrás.

Éramos tan chicos en ese entonces. Compartimos muchas cosas, nos contábamos infinidad de secretos. Nos aconsejábamos en temas de amores. Éramos amigos. Hermanos.

Se fue sin saludarme. Era normal en él, pero me enojé.

-Al final vine a esta bendita fiesta sólo porque me lo pidió y se va sin saludarme ¡Qué bárbaro! – y me fui sin decir más.

Un llamado a primera hora de la mañana me despertaba.

Había muerto.

No lo creí. Me desesperé. Lloré y fui al único lugar en el que tenía que estar. El mismo que compartíamos día a día. Dónde habíamos depositado nuestros sueños. Toda nuestra energía.

Las horas sucesivas fueron de un dolor inconmensurable. Difícil de poner en palabras.

Pero como siempre sucede en estos casos, todo volvió a la normalidad y había que continuar con la rutina.

La vida sigue. Me cansé de escuchar esa frase, pero es la verdad, sigue.

Nunca mejor definido. Nadie me dijo que va a ser igual, sino que simplemente continúa.

-

17 octubre 2011

VEINTINUEVE


Hay veces que no se que siento

………………………………..que quiero

……………………………………………que busco.

Crecí, madure y cambié

……………………….. falta tanto aún.

Tantas personas, transitar por mi vida

Tantos caminos por recorrer

Tantas decisiones que tomar

Aprender la calma

…………………... que el silencio es paz

Quererme a mi misma

A veces tengo miedo

Extraño a la que fui.

La sueño

……….. pero cuando miro hacia el pasado

……………………………………………..se que el hoy es maravilloso

Tengo una pila de libros que me esperan

Mil letras por escribir

Varios proyectos sobre la mesa

………………………………..y la felicidad a la vuelta de la esquina

10 octubre 2011

A VECES TE EXTRAÑO


La ausencia del recuerdo

La vida en colores

…………………...los besos de novela

Tus manos acariciando las mías

Los silencios

Aquel diez de octubre

……………………….la primavera

……………………………………..nuestra primavera

…………………………………………………………mis veintiocho

El verde profundo de tu mirada

………………………………..la forma dulce y sencilla de amarme

Sueños

………... perdidos entre palabras

…………………………………………………….y un adiós

…………... …………………………………………………….para siempre

03 octubre 2011

YO


Y después de un día largo, como son todos mis días, vuelvo a estar conmigo. Sola.

Soledad que no abruma, que invita a soñar.

Yo. Siempre yo. ¿Existiré? ¿Quién puede afirmarlo?

Tal vez sea un fantasma entrometido en varias vidas, hasta que una lágrima confirma mi existencia.

Protagonista de mis deseos.

Creadora de miedos que se esfuman con el tiempo. Solos. Sin nadie que los calme.

Soy yo y mi soledad.

Impulsora de palabras plasmadas para un otro que no las advierte.

Mi espacio. Mi mundo. Mi interior.

El grito que nadie oye.

Soy yo, compartiendo la vida conmigo. A veces me soporto.

Es difícil esta convivencia hasta que, por hartazgo, nos ponemos de acuerdo.

La soledad me lleva de paseo los días de sol. Me mete en la cama cuando la lluvia cae.

No me abandona y tolera mi rutina, aunque no siempre esté de acuerdo.

Sí, somos vos y yo en este camino. Fiel compañera, compartiendo enojos y mentiras, amores y alegrías. Prometéme que vas a estar ahí.

Sí, prometémelo, cuando el camino concluya y mi vida se apague.

26 septiembre 2011

PELEAR CONTIGO


Una vez escuché en una película “prefiero pelear contigo todos los días, a no tenerte”. Yo lo prefería así.

Sentía la necesidad de volver a encontrarme con él. De estar a su lado, peleando una y otra vez.

Esa era nuestra forma de decir te quiero.

Habíamos estado separados tres años.

Lo presentí. El buscaba lo mismo, tal vez cansado de la rutina. Quizás, aunque nunca me lo iba a reconocer, me extrañaba.

Aquel día que dije basta, la cosa no daba para más.

La única solución era separarnos.

Él jamás iba a dar un paso al costado pero hacía todo lo posible para que yo me hartara y la dedición quedara en mis manos.

No fue la mejor separación de todas las que ya habíamos tenido.

Fue definitiva.

Sentí mucho su ausencia tan presente.

Convivir era más complicado que cuando estábamos juntos.

Tuve que presenciar sus otros amores y él los míos.

Estaba profundamente enamorada de él.

El duelo llevó dieciocho meses hasta que volví a enamorarme, una vez más, de la persona equivocada.

Ya no me molestaban sus relaciones y hasta llegué a ignorarlo.

Jamás dejé de quererlo, eso lo tenía claro, él y yo. Pero el amor se había fugado.

Un día mi feliz y perfecta historia de amor se disolvió. Ni yo sé los motivos.

Ahí estaba. A mi lado a pesar de todo. Escuchándome con su historia y la mía.

Ambos sabemos que nuestro final no va a ser como el de los cuentos, tal vez en el fondo eso es lo que deseo, pero hoy comprendí que prefiero pelear con él toda la vida a que no esté en ella.

19 septiembre 2011

SENTIRTE


Una vez más.

……………..Sí, una vez más

El pasado

El hoy

Quiero hoy

…………...te quiero hoy

Juego

……..Placer

…………….Reencuentro

Tu cuerpo

…………..El mío

La historia

……………de nuestras manos

El recuerdo

…………….de nuestros ojos

Tu arde

………..el mío

Tu silencio

…………….mis palabras

Sí, una vez más

sin pensar, sólo sentir

……………………….sentirme

…………………………………sentirte

………………………………………….Una vez más

12 septiembre 2011

LOS LUGARES QUE ME AMARON


Lugares. Momentos. Vida.

Junín y un año que ya no recuerdo. Un invierno. Un comienzo. Un despertar.

La niñez de la mano de la inocencia y un corazón latiendo.

La escuela de Beauchef. Sus aulas, el patio, las baldosas que pisé, transformadas en nubes que me llevaban a soñar. Unas llaves. La primera ilusión.

Los veranos en Daract, un helado compartido, una historia en bicicleta, la vereda y el umbral.

Aquella calle que no me aviso que sería mi hogar. Año tras año por el mismo lugar, camino a la casa de los abuelos.

Alberdi entre Varela y Pedernera, se sumaban a este mapa. Una vuelta a empezar, un “si, gracias”, un amor incondicional. La vida que cambiaba.

El aroma y tu apodo, la aventura y la verdad.

La amistad que se mezclaba en un rincón del corazón. Las escaleras cotidianas, tus ojos y mi dolor.

La Lucila y su mar, aquella estrella fugaz mensajera de una despedida para siempre.

Una fábrica, tu saludo y la sonrisa picaresca aferrada a mi alma.

Aquellas calles de Almagro que guardaron el secreto. Esa plaza donde descansan mis letras perdidas y un te amo olvidado.

El trayecto a casa de mis padres, caminando, varias veces. El viento que secaba mis lágrimas.

El escondite secreto que nos refugiaba de la realidad, que a la vuelta de la esquina nos daba una cachetada.

Un adiós sellado en Palermo y una decisión tomada en Pilar.

El recorrido del treinta y seis, un mate, una mirada y tu mano sujetando la mía. El Botánico y la cuenta regresiva para verte.

Un jazmín y dos bares

Un cine.

Y mi casa cayéndose del mapa.

06 septiembre 2011

LAS NOCHES


Las noches de Madrid siempre habían sido iguales.

Hacía nueve años que estaba instalada allí. Dije que iba porque quería crecer. Despegar. La verdad, huí. No quería volver a verlo nunca más en la vida.

Era muy chica cuando nos pusimos de novios. Él tenía su vida hecha y yo recién comenzaba a salir al mundo. Mundo que me aterraba, muy distinto al que había imaginado. Tantos cuentos de hadas, me habían hecho crear en mi mente, una realidad que muy lejos estaba de la verdad.

Lo amaba. Demasiado. Él no.

Peleábamos constantemente hasta el punto de llegar a lastimarnos con palabras hirientes. No podía dejar de amarlo y me fui.

Llegué a España por una casualidad. Me salió una beca en la facultad y no dudé.

Inmediatamente conseguí trabajo en una escuela secundaria, ellos la llaman preparatoria. En Madrid conocí a Pablo. Nos hicimos amigos y con el tiempo decidimos probar como pareja. Él era muy distinto a aquel amor que había dejado en Argentina. Teníamos una relación tranquila, sin peleas, sin agresiones, sin nada. De tan buena que era, se tornaba aburrida. Decidí que mi vida debía cambiar. Las noches de Madrid siempre eran iguales, hasta que una mañana mientras desayunábamos juntos, me animé a decirle que ya no quería seguir. Pablo no se enojó, no gritó, no me odió. Yo esperaba una reacción, pero no sucedió.

Mi soledad y yo caminábamos las calles madrileñas pensando y sintiendo. Viviendo o tal vez sobreviviendo.

En un arranque de melancolía tomé un avión y volé a casa. Reencontrarme con mis seres queridos, me devolvió a la vida.

Decidí verlo. Sea cual fuera su situación. Jamás lo había olvidado, incluso en el mejor momento de la relación con Pablo.

El coraje lo había dejado en España. Di treinta vueltas antes de marcar su número. Tal vez no era el mismo ¡habían pasado tantos años! Eso también me asustaba. Si bien el tiempo me había favorecido físicamente, mi alma había cambiado. Las desilusiones de la vida me convirtieron en una mujer autosuficiente, refugiada tras un escuro de acero.

Llamó una, y el corazón me latía cada vez más fuerte. Llamó dos y me estaba arrepintiendo. Al tercer sonido estaba decidía a cortar, pero alguien del otro lado me frenó con un hola, que tuvo que volver a repetir, porque mis palabras habían quedado atrapadas en mi garganta. Finalmente respondí con otro hola. Inmediatamente reconoció mi voz. Se lo notaba contento. Mi tono era uniforme. Miedo y más miedo. Quedamos en vernos en el lugar de siempre. No estaba tan segura de poder volver a aquel sitio, pero lo intentaría, eran más las ganas de verlo.

Él también había cambiado, los años lo habían hecho madurar. Un matrimonio frustrado y una hija fruto de aquel amor que no perduró. Hablamos mucho de varias cosas. Sentía unas ganas inmensas de que sus brazos me envolvieran. No se lo pedí. Me fui de aquel lugar con la sensación de no haber dicho todo. Quería volver a Madrid a pesar de que sus noches siempre eran iguales para mí. Prefería la aburrida cotidianeidad, que volver a sentir amor.

Me quiso ver antes de mi partida. No habló. Se acercó al punto de incomodarme y me dijo “que tonto fui al dejarte ir”. Sonreí asintiendo su afirmación. Me besó y no me resistí. No esta vez.

Algo volvía a empezar.

No viajé. Decidí quedarme a su lado.

Valía la pena una segunda oportunidad. Ya no creía en refranes, las segundas vueltas podían ser mejor que los primeros intentos.

De algo estaba segura, las noches de Buenos Aires nunca habían sido iguales.

29 agosto 2011

MI LUGAR, LA FRONTERA


La escuela de frontera número seis la esperaba.

Nadie había estado de acuerdo con su decisión, pero ella sentía que aquel podía convertirse en su lugar en el mundo. Ese que muchos pasan la vida buscando, sin suerte.

El miedo venía a molestarla sin falta, todas las noches, pero ella lo ignoraba.

Nada podía detenerla.

La mañana del dos de febrero tomó conciencia del paso trascendental que daba en su vida.

Un avión hasta la capital y un micro que la dejaba en el pueblito más cercano. Todavía quedaba un último tramo por recorrer. Sólo la valija de rueditas, que parecían cansadas por el trayecto rocoso, y su bandolera extra large.

Se dispuso a buscar la forma de llegar a destino.

Finalmente un vecino del lugar se ofreció a llevar a la nueva maestra, hasta la escuela. En el viaje, el conductor le fue narrando distintas historias, algunas graciosas, otras crueles. Los niños del lugar eran muy sufridos. Nada iba a ser fácil para ellos. El sueño de la mayoría era terminar sus estudios para “ser alguien en la vida” como le recordaban sus padres, los mismos que los obligaban a debatirse entre estudiar o ayudar con el trabajo en el campo.

Había escuchado historias como esas en repetidas oportunidades, pero ahora era diferente, ella era la protagonista.

En sus manos estaba la formación de aquellos niños que intentaban, tal vez sin suerte, virar el rumbo de su destino.

La escuela estaba mejor de lo que esperaba. Le faltaba algo de pintura pero nada que no tuviera solución. Pegada a la misma se encontraba la casa que a partir de ese momento, se convertiría en su hogar.

El lugar era lúgubre, pero se propuso darle vida. Limpió y ordenó. Al día siguiente fue caminando hasta el pueblo, compró cortinas nuevas y todo lo que consideró que hacía falta.

Ese primer mes había sido duro. Estuvo a punto de desistir varias veces. Sin embargo, aferrada a los rezos que noche y día le ofrecía a la Virgen de Fátima, siguió adelante.

Marzo fue diferente. Los chicos comenzaron las clases y ella su tarea. Aquellas caritas reafirmaron que la decisión tomada era la correcta. Todos en el pueblo hablaban de la nueva maestra. En conjunto pintaron la escuela y con la ayuda de aquellos que habían quedado en la ciudad donde nació, pudo darles a todos, lo que se merecían. Los meses fueron pasando y el trabajo era cada vez más exhaustivo. No tenía tiempo de recordar. Muchos fines de semana visitaba el pueblo y participaba de las peñas que se armaban. Su vida había cambiado. Por primera vez sintió que aquel lugar era donde quería permanecer para siempre. Sus chicos, el motor de la felicidad.

23 agosto 2011

HOY ES DIECIOCHO


Hoy se hizo de noche

recuerdo que es dieciocho

.............................................te pienso

siento angustia

...........................bronca

sobreviene la calma

...................................nostalgia

tal vez algún momento perdido, una especie de sonrisa y la mirada perdida

hoy te extraño

..........................siempre te extraño

palabras

...............frases

..........................dichos

hoy pronuncian mis labios, ayer los tuyos

volver al pasado

sentir que nunca sucedió

hoy es dieciocho. Uno más

................................................y todos los que faltan

ayer un dieciocho era distinto

confesiones

......................risas

................................complicidad

hoy nada puede cambiar

no hay cuentos ni poesías que te devuelvan

sin embargo

........................hoy volví a escribirte.

16 agosto 2011

DOS TONTOS PARA EL AMOR



Era su cumpleaños.

Él la había invitado a aquella confitería donde hacían las tortas de manzana más ricas del mundo.

Esa mañana despertó con un entusiasmo pocas veces vivido.

Se arregló el pelo, se pintó las uñas de un rojo opaco. La tarde anterior había pasado a buscar su trajecito gris, el de salir, por la tintorería. Se colocó el prendedor, herencia de su madre. Tomó aquel perfume importado que había comprado en París y guardaba sólo para ocasiones especiales. Roció su cuello y muñecas.

El taxi la pasaría a buscar dieciséis treinta en punto para estar a las five o´clock en destino.

Frotaba sus manos varias veces. Eran tres y media y estaba lista. Miraba continuamente la ventana como si de esa forma el tiempo fuera a pasar más rápido.

Él esperaba con un ramo de flores.

También estaba nervioso. Vestía un traje, que a pesar de sus esfuerzos, seguía teniendo aroma a naftalina, pero ya había dejado de importarle, la esperaba ansioso. Contó los días como si fuera preso, desde el momento en que se animó a invitarla a tomar el té. Y vaya si había estado preso, tantos años postergando aquel encuentro.

Ella cumplía setenta y seis años y el ya tenía setenta y nueve. Aquella tarde en la que se encontraron por casualidad, sintió que ya no quedaba demasiado tiempo, pero estaba seguro que lo que fuera, lo quería compartir con ella.

Eran tan jóvenes cuando se conocieron. Para ese entonces las cosas no eran tan fáciles. Ella estaba abocada a su vida laboral y el venía de una separación. No le había sido sencillo dejar a sus hijos.

Se enamoraron. Perdidamente. Intentaron estar juntos un par de veces, pero era inútil. Ella tomó la decisión. El amor no siempre alcanzaba. No se volvieron a ver más en años. Ella formó una familia preciosa. El intentó salvar la que ya tenía. La vida no había sido tan mala para ninguno pero ambos tenían una cuenta pendiente. La vio entrar caminaba hacia la mesa, estratégicamente reservada, quiso pararse para ser caballero como lo había sido toda la vida y a pesar de que las piernas le temblaron, la recibió como se merecía. Ella se ruborizo al verlo y sentía cosquillas en la panza. Se miraron. Sus ojos decían tantas cosas. Tomaron té, aunque él hubiese preferido un buen mate. Infaltable, la torta de manzana. A pesar de que no podían abusar de lo dulce, esa tarde todo estaba permitido. Rieron. Recordaron viejos tiempos. Parte de su historia, el resto la inventaron. Tantos años esperando el reencuentro que ni todas las horas del día ni de la noche iban a alcanzar.

Se sentía un cobarde por no ir directo al punto. Tan cobarde como aquella vez que la dejo ir.

La hora de la despedida revoloteaba en el aire. Afuera era de noche. Ella le agradeció aquella merienda de cumpleaños. El tomó su mano y se quedo contemplándola, las arrugas marcaban el paso de los años. Se arrepintió de no haberlos vivido a su lado. Recordó el día que tomó por primera vez aquella mano joven y pensó en lo felices que podrían haber sido.

Ella se dio cuenta, que una vez más, él no se iba a animar a decirle que la amaba.

09 agosto 2011

TAL VEZ


La nota lo decía bien claro. A las diez en el bar de siempre.

Dudé. Podía ser una broma de muy mal gusto pero la letra era inconfundible y creí.

Allí estaba. Impaciente. Incomodo. Pero parecía feliz.

Sí, era él. Aunque costó que mis retinas reconstruyeran su imagen.

Me acerqué sigilosa. No me decidía a sentarme. Lo percibió pero no dijo nada. Miré a mí alrededor, todo parecía normal.

Perdió su mirada en la ventana, quería capturar imágenes. Hacía tiempo que no transitaba por estos lados.

No me apuró. Algo parecía haber cambiado durante estos meses que pasamos sin vernos.

Finalmente me senté. Nos miramos. Mis ojos se inundaron.

Lo extrañaba.

A pesar de la rutina, de los nuevos proyectos. Lo extrañaba.

Sonrió. Picara sonrisa que jamás se me borro de la mente en el tiempo transcurrido.

¿Cómo estas? - Preguntó.

Que amplia la pregunta ¿Qué responder? ¿Tan sólo bien o la verdad?

Comenzamos a charlar.

La moza nos interrumpió para tomarnos el pedido

Un café y una lágrima en jarrito, por favor.

Indudablemente no se había olvidado de mí.

Miré sus manos. Siempre me gustó mirarle las manos.

Su estadía era corta pero no quería desaprovechar la oportunidad de volvernos a ver. Me extrañaba. Se dio cuenta cuando me vio entrar.

¿Y vos cómo estas?

Mi pregunta no sólo era amplia, sino la más curiosa de todas las preguntas que había hecho en mi vida.

Otra vez retomamos la charla. Me contó de aquí y de allá. De lo que espera. De lo que ve. Dice estar tranquilo y eso me alegra. Que todo es mucho más fácil, pero que igual tiene que trabajar. Algunas noticias lo entristecen. Le llegan todos los mensajes que le enviamos y los guarda en una cajita, de madera por supuesto.

Que no extraña tanto. Salvo a algunas personas. Que le preocupan ciertas situaciones, pero que no puede hacer nada. Le gustaría limpiar la conciencia de muchos, pero todo tiene que seguir su curso.

Parecía que el café estaba rico. Lo disfrutaba. Lo olía cada tanto. En cambio a mí, la lágrima me pasó como si nada. Tal vez por costumbre.

Miró la hora

¿Ya te tenés que ir?

En un rato.

Algo dentro de mí se transformaba. ¡Cuanto necesitaba esa charla!

Escuché sus consejos. Me aseguró que debía sufrir menos y divertirme más, que luego las cosas cambian y solamente son validos aquellos buenos recuerdos, por eso había que acumularlos.

Yo quería detener el tiempo pero eso era algo imposible.

La despedida estaba próxima.

Me sentía más aliviada.

Se levantó y yo hice lo mismo. Adivinó mi intención y me abrazó primero.

Un fuerte abrazo que duró bastante y otra vez la inundación en mis ojos.

Alegría.

Inmensa.

¿Te voy a volver a ver?

Tal vez.

Y no dijo más.

Te quiero, llegué a gritar, cuando atravesaba la puerta.

Sonrió y se fue.

Tal vez, quedó rondando en mi cabeza, pero sentía en mi corazón que ese había sido nuestro último encuentro.

01 agosto 2011

CANSANCIO


Cansada

cansada de dar sin recibir nada a cambio

cansada de hacer las cosas “bien”

cansada de decepciones

de gente

de los que dicen quererte

de injusticias

cansada de las posibilidades perdidas

de ser el último orejón de todos los tarros que existen

Cansada de nosotros

de esperar algo que no llega

cansada de las ausencias

de los vacíos

de los silencios

de las palabras

Cansada

...............tal vez de mí.

25 julio 2011

2075


Era su última oportunidad de echar un vistazo antes de que su padre entregara las llaves de aquella casa que la había visto nacer.

Cada espacio guardaba un secreto. Una historia. Comenzó por el que había sido su cuarto. Los claroscuros de la pared le recordaban cada póster que lo adornaba, cuando aún era una adolescente. Aquella ventana que la había llevado a soñar con mil cuentos. Cada lugar conservaba el aroma de su hogar a pesar del vacío. El patio donde estaba la hamaca. Su hamaca, aquella en la que depositaba su tristeza. Aquel rayo de sol que en primavera la llenaba de vida en el vai ven interminable.

Las altas persianas de madera barnizada, separaban los ambientes.

La calida cocina donde los aromas se entremezclaban, el pan recién horneado y el budín marmolado, la especialidad de su madre. Los recuerdos la invadían. Una vieja canción y un caballito que iba a Belén.

El living en el que tantas tardes estudiaba. Estudiaba y escribía. Escribía inspirada por aquél ventanal que la transportaba vaya a saber a que lugares. Todos aquellos ambientes se robaban un pedacito de alma. De vida felizmente vivida.

Ya no era su espacio.

Miraba todo por última vez. Intentaba recordarlo. Cada cosa en su lugar pero el eco de su voz la trajo a la realidad y volvió a sentir el vacío. Sí, a sentirlo. Aprendió que el vacío también se siente.

Ya no había más tiempo.

Cruzó aquel umbral, el mismo en el que solía sentarse todos los veranos a ver pasar los días.

Ya estaba afuera.

El auto en marcha.

La vida ya no iba a ser igual a la que conocía.

12 julio 2011

¿QUIÉN TE VA A LLORAR EL DÍA QUE TE MUERAS?


¿Quién te va a llorar el día que te mueras? Ser sin piedad. Egoísta, engreído.

Las flores se marchitan con tu andar y el cielo se nubla con tu mirada.

El día te teme, la noche te escapa.

La vida te tolera sólo por compasión.

Avaro, miserable, desalmado.

¿Quién te va a llorar el día que te mueras? Tu sonrisa falsa, tu modestia atrapada en un corazón que no existe.

Nadie te va a llorar el día que te mueras porque todos los que alguna vez te quisimos, fuimos lastimados por tus palabras, por tu rencor.

Vida sin vida. Alma sin sentimiento.

El gris tiñe tus sueños, aquellos que algún día supieron ser míos.

¿Quién te va a llorar el día que te mueras?

Siento pena en mi alma. Tristeza. Dolor.

Los muchos días que te quedan por vivir, serán en soledad. Y mientras lloro, la ausencia de aquel que se fue sin merecerlo, me pregunto ¿Quién te va a llorar el día que te mueras?

04 julio 2011

EN TUS SUEÑOS


Dormía. La vio tan hermosa, que aún no podía creer que esa había sido su primera noche juntos.

Dormía y él pensaba las mil y una maneras de decirle cuanto la amaba.

Acariciaba su espalda suavemente, apenas rozaba las yemas de sus dedos por aquel cuerpo de mujer.

Pensó en el futuro, en que podría vivir toda la vida a su lado.

Dormía. Y se enamoraba de ese insignificante sonido que hacía al respirar. Cuantas cosas faltaban por conocer juntos ¿cómo sería aquella mañana? Despertar abrazados.

Lloró. De alegría. De una felicidad inmensa.

No podía dejar de mirarla. Quería despertarla para decirle que la amaba.

27 junio 2011

ESCRIBIR ES SEDUCIR: 5 AÑOS!!!!!!


Hola a todos

Esta vez mi post no se trata de algún cuento o poesía. Hoy mi blog cumple 5 años y quería agradecerles a todos ustedes este camino recorrido.
Siempre repito que escribir alivia el alma, y no me voy a cansar de decirlo. Cada post publicado tiene un pedacito de mi.
Escribir es mi esencia, el pasaje a un mundo mágico donde todo se exorciza.
Escribir es seducir, como bien bautizado, está este espacio.
Desde aquel día, que sin saber demasiado, comencé a presionar algunos botones al azar para crear esto, llamado blog, y aquella primera publicación homenaje a un gran periodista y amigo que me insistió para que dé a conocer mis letras. Pasando por todos los sentimiento vividos a través de cuentos, al comienzo muy mal escritos y luego mejorando gracias a mis maestros y mi propia experiencia.
Quiero agradecer y destacar que hoy me acompañan los chicos de Wanna Diseño Gráfico, que se sumaron este año, ilustrando los cuentos y poesías.
Este blog cumple 5 años y no es poco.
Deseo que sea por muchos más.
Agradezco que ustedes estén del otro lado, leyendo y comentando lo que escribo y los invito a seguir compartiendo este largo camino que será eterno.

MUCHAS GRACIAS!!!!!!!!!!!!!!!!!!

02 junio 2011

OSCURIDAD


Tiniebla
-------- engaño
--------------- mentira

pasado
------- dolor
------------- ausencia

llanto
------ ansias de detener el sufrimiento

extraño
-------- añoro
--------------- temo

aguardo en la espera

vivo
---- vivo
--------- vivo

22 marzo 2011

FEBRERO DE CARNAVAL


Febrero era el mes en que la vida se teñía de anaranjado. Cuando las cosas malas dolían menos.

Esperaba ese mes con gran emoción.

La familia viajaba a Mar del Plata desde Navidad hasta fines de enero. Pero febrero era todo mío y lo compartía con los chicos del barrio.

Íbamos todos a espiar los preparativos que se hacían en el club San Lorenzo de

Almagro, para darle la bienvenida a las noches de Carnaval.

Avenida La Plata se vestía de fiesta. Grandes y chicos se conmocionaban.

Todos los años mamá nos cosía lindos disfraces a Marcelito y a mí.

Pero esa vez había decidido no ponérmelo.

Papá se enojó.

Mamá comprendía.

Sabía de la existencia de Julián, el chico más lindo del barrio. Tenía catorce y era todo un hombre. Yo, con dos años menos, me sentía tan poca cosa.

Le pedí a mamá que me hiciera el vestido que habíamos visto en una revista de modas. Tenía corte princesa y una amplia falda que formaba una campana gracias a la enagua.

Julián no me daba bolilla. Se la pasaba jugando al fútbol con sus amigos.

Yo me quedaba largo rato mirándolo, hasta que papá mandaba a Marcelito a avisarme que era la hora de entrar.

El sábado 19 de febrero fue el gran día.

Todas las familias se reunieron en San Lorenzo. Iba a cantar el ídolo. Mamá lo disimulaba, pero a ella le gustaba tanto como a mí.

Sandro. Sandro de América.

Para él también me había vestido linda, y como Julián no me miraba, decidí que quería ser la novia de Sandro.

Salió al escenario y yo, más enamorada.

Cincuenta mil personas lo aplaudían sin parar.

Eran las dos y media de la madrugada y recién cantaba la primera canción. Yo hacía esfuerzos para vencer al sueño.

La abuela y Marcelito no aguantaron y se fueron a casa.

Me quedé con papá y mamá, que bailaban sin parar.

Que lindas épocas. Pensar que meses más tarde se separarían.

Cuando cantó “Yo soy gitano”, todos gritamos incansablemente.

Fue con “Te propongo” que Julián se me acercó.

- Hola Amelia ¿todavía estás acá? – dijo haciéndose el galán.

Pensé muchas cosas. Primero, que estaba interrumpiendo a Sandro.

Después me di cuenta de que sabía mi nombre.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

- Sí, cómo no voy a estar. Amo a Sandro. – y como si hubiese dicho la peor barbaridad, me tapé la boca con las dos manos.

Le había confesado al chico que me gustaba, que amaba a otro. ¡Que torpeza!

En el escenario Sandro cantaba “Déjalo”, y mamá no sabía si dejarme mirar, porque comenzó a contorsionarse como si hubiese tenido una descarga eléctrica.

Las chicas lloraban y hasta se desmayaban.

Me olvidé que Julián me había hablado por primera vez.

Los acordes dejaban descubrir “Voy a abrazarme a tus pies”.

Sí.

Indudablemente estaba más enamorada de Sandro que de Julián.

Qué lindos los carnavales.

Qué mágico Febrero! Ése más que ninguno.

En un momento dado perdí de vista a mis padres.

Me asusté un poco pero enseguida vi a Don Manolo, el almacenero del barrio. El papá de Julián.

Él estaba a su lado. Se dio cuenta que me había perdido y vino hacia mí.

Quedamos lejos del escenario, pero “Penumbras” sonaba como si el ídolo la estuviera cantando al lado nuestro.

Julián se acercó más.

- Se que no soy el amor de tu vida, pero ¿querés bailar conmigo? – y extendió su mano en busca de la mía.

Acepté.

Bailamos hasta las cuatro de la mañana.

Sandro se fue sin que ninguno de nosotros pudiera ni tocarle la mano. Ya no me importaba.

En febrero de 1972 Julián me dio mi primer beso.

Fuimos novios todo el invierno y la primavera.

Con el verano llegó otro febrero y otros carnavales.

A Sandro no lo volví a ver.

Julián y su familia se mudaron lejos.

Papá terminó de hacer sus valijas.