01 febrero 2012

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS X - EL FINAL


Ya no había más opciones. Martín estaba destinado a permanecer en este plano.
El veinticuatro quise ir a llevar flores a su tumba. Esta vez Martín no quiso acompañarme. Mientras iba en el cuarenta y cuatro escuchando música, recibí un llamado de Carolina. Había vuelto y quería verme. Le conté que estaba camino al cementerio y me dijo que nos encontrábamos allí. Pensé que quizás, ella había tenido la misma idea que yo, y que necesitaba compañía.
Llegué primero. Acomodé las flores mientras esperaba. En eso vi a Carolina. Traía un bebé en brazos. Sus ojos se llenaban de lágrimas a medida que se acercaba a mí.
- Hola, Laura.
- Hola – dije con un hilo de voz.
- Te presento a Gabriel. Mi hijo. El de Martín.
En ese instante supe cual era la cuenta pendiente. Tomé a Gabriel en mis brazos y tuve la misma sensación que sentía cuando abrazaba a Martín.
Carolina quería proponerme algo muy importante. Que sea la madrina de Gabriel.
Mientras nos íbamos me fue relatando todo lo que sucedió luego de que le diera la carta. Apenas una semana más tarde, confirmaba sus sospechas. Estaba embarazada. Sintió alegría y tristeza a la vez. Y muchísimo miedo. Decidió pasar su embarazo fuera de Buenos Aires y vivirlo con tranquilidad, disfrutando cada momento.
La historia era verdaderamente emocionante. Yo quería apurar el viaje para encontrarme con Martín.
Durante todo este tiempo, no encontrábamos la cuenta pendiente, porque todavía no había nacido. Conocer a su hijo, sería el pasaporte. Sólo así podía partir en paz.
No quise ser yo la que le diera la noticia de golpe. En una semana se celebraría el bautismo.
Era en la misma iglesia donde se habían casado. La fiesta sería allí. En el jardín de las rosas.
Con cualquier excusa hice que Martín me acompañara.

- Me trajiste a la iglesia donde me casé ¿Crees que un cura puede ayudarme?
- No Martín, yo te voy a ayudar.
- ¿Encontraste mi cuenta pendiente?
- Sí y está acá.
Lo tomé de la mano y lo llevé hasta el jardín. Allí estaba Carolina con Gabriel en brazos.
Martín los vio sorprendido. No comprendía. O tal vez sí y no quería darse cuenta que su único sueño estaba cumplido.
- Gabriel es tu hijo – le dije con la voz temblorosa.
Su emoción fue tan grande que no pudo evitar las lágrimas.
Le pedí a Carolina si me dejaba estar un rato a solas con Gabriel. Accedió como si supiera toda la verdad.
Martín, Gabriel y yo nos sentamos entre las rosas que daban el aroma perfecto para ese encuentro tan maravilloso entre padre e hijo.
- ¿Sabes porque Carolina le puso Gabriel? – me preguntó esperando que yo sienta curiosidad.
- No. –dije dándole el gusto.
- Porque siempre dijimos que si alguna vez teníamos un hijo varón, iba a llamarse como un ángel. Ella cumplió. – y fijó su mirada en el bebé.
Lo tenía entre sus brazos. Estudiaba minuciosamente su manito. Trataba de descifrar el color de sus ojos. Gabriel estaba calmo. Sabía que se encontraba en los brazos de su padre.
Comprendí en ese instante, que el final estaba cerca.
Después de un rato le pedí que me diera el bebé. Había un bautismo pendiente.
- ¿Qué opinas que yo sea la madrina?
- Es el mejor regalo que podemos hacerte con Caro. Sos la persona justa. Sé que vas a querer a mi hijo como si fuera propio. Lo vas a proteger y amar.
- Eso es una promesa.
La ceremonia fue preciosa. Tanto dolor era redimido con la alegría de una nueva vida.
El agua bendita caía sobre la cabeza de Gabriel. Nos limpiaba a todos de culpas y nos mostraba el camino a seguir. Ahora todo era por él.
Cuando culminó ese momento mágico, busqué con la mirada a Martín. No lo veía.
Salí de la iglesia y fui al jardín. Ahí estaba, parado al lado del rosal. Me acerqué y puse mi mano en su hombro.
- Ya es hora – dijo sin voltear.
- Lo sé.
- Quiero que estés bien.
- Te lo prometo
- Quiero que vivas tu vida. Que seas feliz.
- Lo voy a intentar – y fue inevitable llorar.
Nos abrazamos con fuerza. Me agradeció todos estos meses que pasamos juntos. Yo también se los agradecí.
Fue una despedida.
No volví a ver a Martín.
Hoy es veinticuatro y tal como lo prometí, le llevo flores.
Pasó un año de aquel extraño encuentro. Salí del cementerio y fui a cumplir mi siguiente misión, tal vez la más importante.
Gabriel me esperaba para jugar.

FIN