20 noviembre 2010


Estas palabras están escritas por Nelly Zapico. Mi abuela.

Que las disfruten...


Cuando joven me lucí, se paraban para mirarme.
Poco me duró esa alegría porque el ser que adoraba,
Dios muy pronto se lo llevó.
Con él se fue mi ilusión de vivir y al verme sola en el medio de la multitud
de pronto envejecí

15 noviembre 2010

ME PUBLICARON UN CUENTO EN ARTESANÍAS LITERARIAS

HOLA A TODOS

LES DEJO EL LINK DE ARTESANÍAS LITERARIAS DEL ESCRITOR ANDRÉS ALDAO

ME PUBLICARON UNO DE MIS CUENTOS.

15 octubre 2010

JAZMINES


“Jazmines” abría sus puertas.

Aquel lugar había sido su casa de la infancia hasta los veinte. Por problemas económicos, debieron abandonar la propiedad construida por sus bisabuelos y que fue pasando de generación en generación.

Se prometió volver. Comprar la casa en la que había nacido, donde la historia comenzaba.

Sus abuelos se habían conocido, sus padres se enamoraron en aquel patio. Todos nacieron y festejaron sus cumpleaños.

La casa guardaba el recuerdo de innumerables momentos.

Volver a sentir el peculiar aroma que emanaba los claroscuros de sus ambientes.

Se lo había propuesto y finalmente después de mucho esfuerzo consiguió cumplir aquel sueño.

Ya no quería habitarla. Así como sus antepasados fueron felices entre aquellas paredes, había decidido darle felicidad a muchas personas más.

Debía ser un lugar de encuentro. Un bar. Tan representativo de su país.

Tomar un café. De paso, por placer, con la familia, en soledad. Había tantas formas de tomar café, tantos motivos por los que entrar a un bar.

La transformación llevó bastante tiempo, pero ella se sentía feliz. Participaba en cada detalle. Allí también debía haber un espacio dedicado a la cultura. Decidió que era tiempo de compartir una de sus pasiones. Hizo construir bibliotecas y encontró un lugarcito aislado donde colocó un par de mesas y una cantidad innumerable de libros. En las habitaciones de la planta alta se iban a inaugurar dos aulas en las que se dictarían diversos cursos de arte.

La terraza también debía ser aprovechada. El sol acompañaba desde temprano y serían maravillosos los desayunos al aire libre.

Aprovechó que la mayor parte de la casa estaba decorada en madera y siguió aquel estilo. Los meses anteriores a la finalización de la obra, se sentía ansiosa.

Por fin el bar estaba terminado. El día de la inauguración todos sus seres queridos estaban presentes. Jazmines abría sus puertas.

Jazmines por su flor preferida que planto en cada cantero. Una vez en funcionamiento vio pasar instantes de las vidas de millones de personas. Algunos habitúes del lugar otros, golondrinas. Robó aquellas imágenes, todo lo que iba descifrando y escribía. Todo la inspiraba allí.

Paso su vida, conoció a su amor. Tuvo hijos y nietos.

Transcurrieron tantos años de aquel maravilloso día. Ya es una mujer grande. Muchas veces se siente cansada, pero sabe que el motor que la impulsa a seguir viviendo es aquel bar, perdido en medio de un barrio cualquiera de Buenos Aires. Jazmines.

20 septiembre 2010

LUGARES


Él la esperaba en un bar. Hacia diez años que no se veían. Estaba nervioso, le sudaban las manos, jugaba con sus dedos.

Miraba por la ventana a cada mujer que pasaba, sin suerte.

- No cambiaste nada.- dijo una voz a sus espaldas.

Ella puso las manos en sus hombros y se acercó para darle un beso. Rebalsaba de alegría. El sentimiento era mutuo.

Él se levantó y no pudo evitar abrazarla.

- Vos estas más linda.

Y se arrepintió al instante de no tener filtro.

Pero era cierto. Estaba más linda, era toda una mujer.

Se sacó el tapado y ansiaba saber de su vida. Él sólo la miraba.

Habían podido hablar poco por teléfono, ¡siempre estaba tan ocupado! Pidieron dos cortados y una porción de torta para compartir. La misma de siempre, de ricota con pedazos de durazno. Si sus recuerdos no le fallaban, esa era su preferida y también la de él.

Verborragica como nunca, ella seguía preguntando por su vida. Él no tenía demasiado para contar. Se había casado hacía cinco años, tenía una nena de tres. Se estaba replanteando seriamente si era feliz. Seguía con sus primos en aquel monótono trabajo.

Ella, en cambio, era la mano derecha de la directora de una revista femenina muy importante. Tenía un departamento sobre Libertador y los últimos años se la había pasado viajando por el mundo. Convivió con un hombre pero la relación no había prosperado.

Él se sintió inferior. Sus sospechas de que la vida no estaba siendo lo que deseaba, se confirmaba.

Recordaron viejos tiempos, pero sobre todo lugares. Lugares en los que fueron felices, aquellos en los que se amaron. No podían creer que habían pasado tantos años sin verse, sin hablarse. ¿Qué había sucedido? Ya ni recordaban el día en el que se alejaron. Los motivos nunca iban a ser suficientes para justificar la distancia.

Las horas habían pasado sin que se dieran cuenta. Él debía regresar a su casa, lo esperaban para cenar. Lamentó la situación. Subió al auto y comenzó a golpear el volante. Con furia. Gritó. Nadie podía escucharlo, ni siquiera él mismo. Ella había sido el gran amor. Le mostraba que la vida a su lado hubiese podido ser maravillosa, pero estaba casado con Paula.

La quería mucho, muchísimo. Estaba seguro de que era la mejor madre para su hija pero ¿era la mejor mujer para él? Dudó. No había arrancado el auto aún. Estaba inmóvil. Incapaz de regresar a su casa luego de recordar, lo que era sentirse feliz. La culpa le pesaba

- Pobre Paula. – dijo en voz alta para creer que realmente sentía ese pobre Paula.

¿Era pobre Paula? Los últimos años se había dedicado a ella. A sus cursos, a su hija, a su vocación. Todo estaba primero. Todo, menos él.

Hacia tres años que no lo pasaba a buscar por la oficina para ir a tomar un café, como solían hacerlo. Ni siquiera, se interesaba en la nueva pasión que había descubierto por la literatura. Sintió que su mujer no lo conocía. La relación se había dado de una forma veloz. Medio año de novios y se fueron a vivir juntos. Tuvieron a Melani y de allí dejaron de ser pareja para pasar a ser padres. Únicamente padres.

Debía volver a su casa. Tomó la Avenida, luego dobló en la misma esquina de siempre. Pensó en ella, le mando un mensaje diciéndole lo bien que le había hecho verla. Entró el auto al garage. Melani dormía. En la cocina encontró a Paula, le dio un beso en la frente y fue directamente a dormir para soñar con el pasado e intentar no despertar más.

27 agosto 2010

ITALIA, 1998



Caminaba sola por aquellas calles de Roccella Jonica.

Las construcciones se mezclaban entre antiguas y modernas.

Las ventanas le ofrecían los sueños. Las mujeres mayores sentadas en la puerta viendo pasar la vida. En el cartel decía “Vía Petto Dell l Oro”.

Respiró profundo aquel aire de mar. Olvidar, la clave. Volver a empezar, la meta.

Era primavera. Había nacido en primavera.

El mar estaba más azul que de costumbre. Solía bajar a la playa, adoraba hundir sus pies en la arena y contemplar aquella imagen. ¿Dónde empezaba el cielo? ¿Dónde terminaba el mar?

Barcos encallados, sin dueños. Los tomaba prestados, allí escribía. No paraba de escribir.

Extrañaba, pero sabía que no podía volver.

El atardecer le traía nostalgia y escribía.

Esta vez cartas a sus padres que iniciaban, Italia, 1998. Ni mes, ni día, ni ciudad.

Contaba poco y nada. Aseguraba que se encontraba bien.

Su alma guardaba un profundo dolor. La duda la tenía prisionera y aquél lugar la refugiaba del miedo.

Una tarde salió a caminar como de costumbre, con su cuaderno en mano, por si la inspiración la sorprendía. Llevaba puesto un vestido floreado y una pequeña bandolera hecha con retazos de diferentes telas, que le había regalado una vecina, a pocos días de su llegada.

Él, recorría la ciudad en bicicleta. Había dejado Buenos Aires para apartarse de las presiones laborales.

Le gustaba pintar. Esos paisajes eran ideales.

Al pasar por su lado, el perfume lo atrapó. Voltió para mirarla en detalle y vio que su cuaderno estaba en el piso. Lo tomó y sintió ganas de leerlo. Se contuvo. Dejó su bicicleta y corrió hasta alcanzarla.

- ¿Esto es tuyo? Preguntó.

Ella giró lentamente y reconoció su vida en las manos de aquel extraño. El cuaderno era clave. Allí estaba la verdad.

- Muchas gracias. Dijo sin poder evitar perderse en sus ojos azules.

Caminaron hacia la playa. Encontrarse con un argentino la hizo sentir cerca de sus afectos.

Charlaron un par de horas. Disfrutaban de la compañía.

Al día siguiente se volvieron a encontrar.

Ella se sentó en el umbral de una vieja casa a escribir sobre la vida de un pintor. Él dibujó a una hermosa mujer escribiendo, en la “Vía Petto Dell L Oro”.

La cita era esa noche. Ella aceptó.

Las dudas ya no estaban. Su alma conocía nuevos caminos.

Las noches de primavera son aún más lindas que los días. Cenaron bajo aquel cielo mientras escuchaban típicas canciones italianas.

Luego caminaron rodeando el mar. Una suave brisa corría el pelo de su cara. Él la observaba y solo sonreía.

La llevó hasta la puerta de su casa y se despidieron con un beso en la mejilla.

Esa noche escribió otra carta. Italia, 1998. Esta vez las palabras eran para aquel amor que había quedado en su país. El mismo que vistió de gris sus días y nubló su corazón.

Por quien lloró noches enteras. Su primer gran amor. Aquél que le enseñó a vivir, el que no la supo amar.

Aquellas palabras fueron una despedida. Una liberación.

Italia había sido el lugar ideal, su hogar a partir de aquella noche.

Mil nueve noventa y ocho el año que comenzó a ser feliz.

23 agosto 2010

HAY DÍAS


Hay días en los que estoy mejor, otros no tanto.
El recuerdo me pesa y mi mente no deja de pronunciar tu nombre.
Pero son días.

Hay días que te deseo. Mi piel te extraña. Mi respiración acelerada marca el ritmo de la vida y te busco.

Hay días que me duele tanto el corazón que siento que se va a romper.
Te extraño. Me agobia la idea de saberte con otra, y quiero gritar para sacar el dolor, ese que no se cura con nada. Si me abrazaras calmarías la agonía de esos días en los que el sol no sale y el frío se siente dentro.

Hay días en los que no te pienso. Estoy agotada y tu imagen se desdibuja. descansa mi mente, normalizo mi ritmo. se toma un respiro el alma, pero son días.

Hay días en los que la alegría me rebalsa y te pienso pero no te siento. Tu ausencia es efímera. Las horas pasan más rápido. Quiero atrapar esos días y guardarlos.

Sí, hay días en los que estoy mejor. Pero son días.

10 agosto 2010

¿ PODRÁS PERDONARME?


Para A.M.

Podrás perdonar
mi ausencia en el dolor

los abrazos que no dí

las horas que no jugué

la incertidumbre

de tu alma


Podrás perdonar

mi cobardía
una vez más

las decisiones no tomadas

por el "tal vez"

Podré perdonarme

no haber estado allí

tan sólo estar

estar para tu partida


Podré perdonarme

este vacío

que se clava en mi alma para recordarme que después

después puede ser tarde

07 agosto 2010

SOLO LLAMABA PARA DECIRTE QUE TE AMO


Se había separado hacia un año, pero todavía no lo había dejado de amar.

Se sentía cansada, aburrida de su vida. Despertaba llorando sin saber porqué. Su salud no la acompañaba. La tristeza se manifestaba en todos los aspectos. Lo único que aliviaba un poco su alma era escribir.

Un cambio a tiempo la salvaría de cualquier catástrofe que estuviera a punto de desatarse.

Le habían recomendado un buen psicólogo. Años antes ya había hecho terapia y superado algunos inconvenientes. Luego intento con algunos profesionales pero con ninguno se sentía cómoda y abandonó la posibilidad de retomar terapia.

Ahora sentía que era la única forma de salir adelante. Una amiga le recomendó al mejor psicólogo de la ciudad. Andrés era joven, eso la sorprendió. Ya era todo un logro aceptar que el terapeuta fuese un hombre. Pensaba que le iba a constar confesarle sus secretos. Su juventud la descolocaba. Apenas los separaban unos seis años. La primera sesión se sintió incomoda. Tuvo la intención de no regresar pero al miércoles siguiente una fuerza desconocida la llevó a sentarse una vez más en aquel consultorio de Palermo.

Andrés la escuchaba atento y de vez en cuando intervenía.

Durante tres meses habló sin parar de Roberto. Cómo se habían conocido, cuándo había sido su primera pelea. Las cosas que amaba y odiaba de él. Roberto seguía siendo el protagonista de su vida. La invadía un sentimiento de rabia al ver que seguía pronunciando una y otra vez su nombre, pero más la angustiaba sentir que no podía desprenderlo de su corazón.

Ya hacía un año y medio que estaban separados. Tiempo suficiente para curar heridas.

Un miércoles, al terminar la sesión, descubrió que no había hablado de Roberto. Se sintió feliz se animó a levantarse de su silla y darle un abrazo a Andrés. Él quedo congelado. Ella se disculpo por su impulso.

Al verla avergonzada, el psicólogo, trató de quitarle importancia a la situación.

Durante un par de sesiones el tema principal era ella y sus diversas actividades. Los dolores corporales habían desaparecido y una sonrisa se dibujaba más a menudo en su rostro.

Un año había transcurrido desde que comenzó terapia y aquél miércoles llevó un paquete de masitas para festejarlo con Andrés. Él agradeció el gesto pero antes de despedirse le dió un papel con el nombre de una colega, el teléfono y la dirección.

No lo podía creer, no entendía lo que estaba sucediendo.

- Es una excelente profesional, vas a estar en buenas manos. – dijo Andrés sin demasiadas explicaciones.

Ella se largo a llorar. Él intentaba consolarla pero era imposible. Se sentía defraudada nuevamente. Andrés le había devuelto la alegría y de un día para el otro la entregaba como si fuera una simple ficha

- ¿Qué hice de malo? – atinó a preguntar con lagrimas en sus ojos.

- No hiciste nada, soy yo el que no puede seguir con esta terapia.

- ¿Te vas de viaje? Dijo ella intentando adivinar la verdad.

El próximo paciente llegó para dar por finalizada la charla. Ella prefirió ir a su casa caminando. Treinta y tres cuadras la esperaban para pensar y sacar conclusiones. No las encontró. Toda esa semana se sintió angustiada. Tomo la decisión de abandonar terapia, sin Andrés no valía la pena.

Todo estaba más que claro.

Lo llamó. Él le había enseñado a no guardarse más nada, todo lo acumulado estallaba en sus interminables enfermedades.

- ¿Andrés? – dijo temerosa

- Si, soy yo.

- Sólo llamaba para decirte que te amo.

30 julio 2010

MIEDO A OLVIDARTE


Miedo a olvidarte
Olvidar tus caricias ausentes
el amor que no me diste
los momentos que invente
el color de tu voz
olvidar tus abrazos indefinidos
tu mirada triste
miedo a olvidar el dolor
los besos sin sabor
el frió de tu alma
miedo a encontrarme, olvidándote
el pasado que no fue
miedo a olvidar la mentira y encontrar la verdad
a tus ausencias, a mi soledad
miedo a acordarme de mí
miedo de volver a vivir.

22 julio 2010

JUNTO A VOS


La clave estaba en el mensaje que encontró escrito con birome en uno de los LP que había rescatado de la casa de sus abuelos. “Con todo mi amor, para que me recuerdes por siempre. Amelia”.

¿Quién era Amelia? No recordaba ese nombre. Quizás alguna tía abuela. Pero el mensaje no parecía provenir de un familiar.

Comenzó a pensar de dónde había sacado ese disco. Era imposible saberlo. Aquel día revisó todas las habitaciones y cargó la pila de LP sin prestar atención. Recién un mes después, sintió curiosidad de descubrir ese tesoro.

El tocadiscos no funcionaba pero una vez conseguida la pieza fundamental, todo estaba listo para deleitarse con aquellas viejas canciones. Escuchó un par de temas, pero la frase rondaba en su cabeza.

El domingo fue de visita a la casa de su tía. Disimuladamente tiró el nombre de aquél disco de The Carpenters. Todos siguieron hablando como si nada. La información no estaba allí.

Escuchaba una y otra vez aquellas canciones. Le agradaban, pero en el fondo buscaba pistas a través de las mismas. Una en especial atraía su memoria emotiva “Close to you” ¿qué diría la canción? Buscó la letra, Internet facilitaba las cosas. “El día que tu naciste los ángeles se juntaron y decidieron crear un sueño hecho realidad, así que esparcieron polvo de luna en tu cabello dorado y luz de estrellas en tus ojos de azul”. No cabían dudas era la descripción perfecta de su abuelo.

Recordó aquellos sábados por la tarde, cuándo él solía llevarla a la plaza en aquél viejo Chevy bien cuidado y en la moderna casettera sonaba siempre esa misma melodía.

¿Quién era Amelia? ¿Qué significaba para el abuelo?

Esa música ligada a su niñez la hacía parte de aquél secreto. No podía encarar al padre. Tenía miedo de destapar verdades que habían permanecido ocultas por alguna razón. Los protagonistas ya no estaban ¿o tal vez sí?

Citó a Don Pascual en el bar de la esquina de la que había sido su casa desde que nació, y anteriormente la de los abuelos. Volver al barrio le trajo muchos recuerdos. Don Pascual conocía a su familia. Si alguien podía darle una pista, ese era él. A las tres y media en punto entró en el bar. Ella había llegado antes, necesitaba asentar recuerdos para no perder el objetivo.

Hablaron de cualquier cosa hasta que finalmente se animó a preguntarle si sabía quién era Amelia. Pascual permaneció callado y con la cabeza gacha durante unos minutos.

Él conocía aquella historia pero también tenía en claro que, si hablaba, traicionaría la confianza de un entrañable amigo. Los ojos sinceros de esa joven fueron más fuertes.

- Amelia llegó al barrio con tan sólo ocho años. Se crió entre nosotros, siempre la cuidábamos. Con su simpatía se había ganado el corazón de todos. Estaba enamorada de Julio. No era la única. Él era alto, de buen porte, rubio. Sus ojos, de un azul intenso, encandilaban.

Cuando Amelia cumplió diecinueve, Julio ya tenía su familia armada. Quince años los separaban. A ella, todo eso parecía no importarle -.

El relato de Don Pascual la dejó perpleja. En definitiva no había obtenido la información deseada.

Debía averiguar dónde estaba Amelia. Tenía que encontrarla para cerrar una historia. Muchas veces se planteó si debía hurgar en el pasado o era mejor dejar las cosas como estaban. Si algo había aprendido de su abuelo, era seguir hasta el final.

Comenzó haciendo averiguaciones por el barrio. Ya no quedaba casi nadie de aquella época, sin embargo los que sí estaban fueron de mucha utilidad.

Para agosto, ya tenía la dirección de Amelia. Ahora debía juntar ánimo y enfrentar la situación.

El sábado por la tarde llegó al barrio de Boedo dispuesta a irse con la verdad. Tocó timbre y aguardó unos minutos. Una señora le abrió la puerta.

- ¿Usted es Amelia? - dijo ella entusiasmada.

- No, señorita aguarde que ya la van a atender.

Un muchacho apenas tres o cuatro años mayor que ella se presentó.

- Hola, soy Sebastián, en que te puedo ayudar. – dijo estrechándole la mano.

- Busco a la señora Amelia ¿está?

- Pasá, hay un par de cosas que debo contarte.

Amelia había fallecido hacía dos años. Sebastián era su nieto y había heredado su casa, con el consentimiento de toda la familia.

Era músico, tocaba el piano y en esa tarea se encontraba cuando ella lo interrumpió.

Rosa, la empleada, le trajo un café.

En el living, intacto desde los años ´70, se podían ver colgados los retratos de Amelia y de su familia.

Por fin vio aquel rostro que tantas veces imaginó. Realmente era muy hermosa. Sintió que no estaba segura de contarle a Sebastián el motivo de su visita. No tenía derecho a desdibujar la imagen de su abuela.

Él la sorprendió.

- Sos la nieta de Julio, ¿verdad?

- ¿Cómo sabes? – respondió ella.

- Son muy parecidos.

El muchacho se paró, fue hasta el baiút y de uno de los cajones tomó una foto vieja.

- ¿Éste es tu abuelo?

Ella se puso a llorar. Hacía mucho que no recordaba su imagen. Se vió parecida y se sintió orgullosa de que la relacionaran con él. Sebastián le extendió los pañuelitos de papel para que secara sus lágrimas.

- ¿Qué viniste a buscar? – preguntó una vez que ella había alcanzado la calma.

- Quiero saber que relación unía a tu abuela y al mío.

- ¿Para qué revolvés el pasado? Si fue un secreto durante años y viviste sin saber de la existencia de mi abuela, ¿para qué traer esa historia al presente cuando los protagonistas no pueden contar su verdad?

- Yo necesito saber, encontré esto – Y de una bolsa sacó el disco de The Carpenters.

Sebastián reconoció la letra de su abuela y fue hasta una habitación contigua. Al regresar, traía en sus manos el mismo LP. También estaba dedicado, pero esta vez la que reconoció la letra fue ella. Era de su abuelo. “Siempre serás la dueña de mi corazón. Con amor. Julio”.

Ella no pudo evitar desilusionarse. No había tenído un buen vínculo con la abuela. La hizo sentir inferior en varias oportunidades. De todos modos se apenó por ella. No juzgó a su abuelo. Lo quería demasiado, él tendría sus motivos.

Sebastián pudo ver ese desconsuelo en su rostro. Se sentaron en el sillón, él puso el tema número seis del lado B, “Close to you”, ambos quedaron en silencio escuchando aquella melodía que había unido a sus abuelos.

18 julio 2010

NO SE ESCRIBIR POEMAS


No se escribir poemas, sin embargo los escribo.

Uno palabras, junto emociones, escucho melodías, pero no se escribir poemas.

Juego con las letras, vuelco la vida lo que me cuentan, lo que conté.

No se escribir poemas, sin embargo los leo. Aprendo a sentirlos, muchas veces con pasión

otras tantas con melancolía.

No se escribir poemas, pero la nostalgia me lleva por caminos intransitables y escribo. Robo

imágenes y olores, me animo a transmitirlos pero no se escribir poemas.

Moriré, tal vez, pensando que no he dicho todo, que en mi quedaran atrapadas miles de palabras

y seguiré diciendo que no se escribir poemas pero sin embargo los escribí.

11 julio 2010

CAIGO


vacío intenso

calor

temblor

siento que caigo

sin sostén

recuerdos

me aferro.

caigo

temo miradas

profundas, tristes

caigo.

intento mantenerme

lo que fui

lo que soy

temo

sigo

y caigo.

30 junio 2010

FUGA DE RECUERDOS


Creo que me enamore de vos.

Esas fueron las palabras que ella le dijo a su mejor amigo, en vísperas de Noche Buena.

De ahí en más sus historias fueron tomando diversos rumbos.

Él no sentía lo mismo por ella y a pesar de haber querido mantener la amistad, fue imposible.

Trece años después de aquella mañana, coincidieron nuevamente en la vida. Una reunión de ex alumnos en el colegio al que ambos asistieron, fue el lugar que los unió.

Ya no eran los mismos, de es no quedaban dudas.

Ella sintió emoción al verlo y él dibujaba en su rostro una sonrisa de felicidad. Nunca se había querido separar de ella, pero las circunstancias lo ameritaban.

La fuerte pelea que los separó, estaba sanada en aquel abrazo.

Él hacia poco que se había separado de su novia de toda la vida. Ella seguía sola. Ambos se sentaron en el mismo banco, dentro de aquella capilla donde se conocieron. Escucharon atentos la misa. Al culminar otros compañeros de aquella época se acercaron a ellos y en el tumulto se perdieron.

Cuando ella salió por fin, lo encontró apoyado en su auto. La estaba esperando. Fueron a tomar un café y charlar de la vida. Seguían siendo muy diferentes, pero el modo de mirarse no había cambiado.

Él era exitoso, graduado en economía, había llegado a ser gerente en poco tiempo. Tenía un buen pasar pero jamás había abandonado el fútbol de los jueves con sus amigos.

Ella era bohemia, seguía escribiendo poesía. Había abandonado la carrera de periodismo para dedicarse a las letras. Sus poemas le llenaban de color la vida.

Perseguir su sueño hacía que nunca llegara a fin de mes.

Habían pasado más de cuatro horas. No se dieron cuenta. La charla estaba muy interesante y ninguno se quería ir. Ella tomó la iniciativa, tenía miedo volver sola a su casa tan tarde pero él la dejó en la puerta, como correspondía y de paso aprovecharon el viaje para continuar la charla.

Se despidieron con un beso y la promesa de volverse a ver. Ambos conservaban el mismo mail.

Él tomo la iniciativa y le mando a su oficina un CD, ella sorprendida corrió a ponerlo en la compu. No podía creerlo, ya había olvidado que cuando estaban en cuarto año, él la había filmado saludando y haciendo morisquetas con sus amigas.

Ahí estaba, con el inolvidable uniforme del colegio, con aquellos peinados locos que definían su personalidad. ¡Cuantos años habían pasado! Intento recordar si quedaba algo de aquella chica risueña y libre. Tomó el celular y le mando un mensaje de texto que decía: “gracias por devolverme ese pedacito de felicidad”. Te quiero.

Él comenzó a sentir un cosquilleo en su estomago. Creyó estar grande para esas cosas y respondió el mensaje: ¿tomamos un café?

Ella aceptó. Esa tarde se encontraron nuevamente.

Pilas de historias viejas los hicieron reír incansablemente. Algo estaba volviendo, no todo había quedado archivado en el pasado. Habían olvidado sus obligaciones. Ella faltaba a sus talleres y él siempre dejaba el trabajo para el día siguiente.

A veces sólo subían al auto y sin rumbo partían, escuchando canciones viejas y cantando sin parar.

La necesidad de hablar era mutua. Ambos cargaban con trece años de vida sin compartir el camino. En ocasiones, las lágrimas los traicionaban a ambos.

No todo había sido maravilloso. Se habían echado de menos. Una vez que todo quedó dicho, decidieron empezar a ver hacia adelante.

A ella le seguía pareciendo atractivo. Él había descubierto que ella había sido siempre, muy interesante.

Les gustaba estar juntos. Una tarde luego de que él la pasara a buscar por su trabajo, no pudo ni quiso evitar besarla. Ella no reaccionó. Quedó sorprendida por aquel beso furtivo. Acordaron con la mirada pasar juntos aquella noche.

Por la mañana no hablaron. Ambos cumplieron con sus obligaciones y ningún mensaje de texto interrumpió la tarde. Durante semanas no se vieron. Apenas un ¿cómo estas? Y un escueto bien.

Parecía que la mágia se había desvanecido. Jamás volvieron a verse. Quizás deban pasar trece años más.

25 junio 2010

ESCALERAS

Esas frías escaleras de mármol los separaban apenas unos metros de distancia.

Hacia un año que no se veían. Ella se sentía igual que siempre, bajaba uno a uno los escalones recordando el día en que se conocieron. Espiaba por el hueco de aquella escalera interminable. Ahí estaba. Los años le sentaban cada vez mejor.

Seguía siendo su amor. Otro escalón y sus nervios repercutían en su garganta cerrándola cada vez más, hasta el punto de sentir que el aire no pasaba. Él estaba de traje, nunca lo había visto así. De fondo el murmullo de gente chocando las copas y festejando. Era otro país y la fiesta fue una gran excusa para volverse a ver.

Él no le quitaba los ojos de encima. Un vestido blanco y negro la envolvía. Sentía un fuego recorriendo su cuerpo.

La veía bajar lentamente. Pensó en aquel día que la dejó partir. Se sintió un idiota. Siempre la amo pero jamás se lo había dicho, su orgullo ganaba a la verdad.

Ella se detuvo, alzó apenas su vestido para evitar que los tacos le jugaran una mala pasada. Él llego a ver sus tobillos, la recordó en zapatillas, tampoco la había visto tan elegante. Era hermosa de todas las maneras.

Ella sonrió y él se iba acercando para ofrecerle su mano, la ayudó a bajar los últimos escalones, rodeo su cintura y ella deposito las manos en sus hombros. Se abrazaron. El nudo en la garganta iba aflojando. Se sentía sostenida por él, no lo quería soltar. No otra vez.

- Viniste – llego a decirle con una voz casi inexistente.

- Volví - respondió él.

Juntos entraron a aquel salón y la música los llevaba directo a la pista. Bailaron

hasta el amanecer. La hora de partir se acercaba. El día le ganaba a la noche. Se miraron, sintieron eso mismo que aquella primera vez. Él, la beso y corrió un mechón de pelo que caía sobre su rostro.

En silencio se fue alejando. Ella no fue capaz de detenerlo. No quiso.

Llegó hasta las escaleras y vió como su amor bajaba uno a uno esos escalones de mármol frío. El mismo frío que sintió en su cuerpo.

14 junio 2010

EN EL UMBRAL DE LOS RECUERDOS



A MI PAPÁ


Sentada en el umbral de la que fue tu casa, espero.

Espero que la vida no se pase tan rápido, sin sentir que valió la pena.

Espero respirar más pausado. Tomar las cosas tal cuál son

Espero un futuro feliz, aquel que me deseaste tantas veces.

Seguir sorprendiéndome del camino recorrido.

Espero mantener vivo el recuerdo de aquella que fuí.

Sentada en el umbral de la casa que me vió ser niña y adolescente deseo seguir tus pasos, marcados en la honestidad, en la familia.

Deseo un amor como el que viviste, esos que sólo pasan en las películas y de vez en cuando en la vida real. A veces creo que son demasiadas cosas las que deseo.

Desear menos y valorar más lo que me rodea.

Aquí sigo sentada, esperando.

Muchas veces tengo la necesidad de volver el tiempo atrás, de encontrarte, de contarte mis secretos de hoy.

Espero.

Espero a mi padre, hablar de cualquier cosa para matar el tiempo y entrar a tu casa.

Siempre es tan difícil entrar a tu casa.

La ausencia se expande en el aire.

Las cosas que no nos dijimos, las que no nos decimos con mí padre tampoco.

Él va llegando. Sonríe. Últimamente sólo sonríe cuando me ve.

Es tanto el amor que le tengo.

Todos nos equivocamos, él también, pero me enseña que siempre hay que seguir adelante.

Me desprendo de este umbral. Cuesta. Siempre cuesta.

Le doy un beso y entramos. Una vez más.

Quisiera tomar su mano y la tuya, me sentiría menos sola.

Abandono aquel umbral, donde esperé tantas veces, donde viví tantas cosas y hoy guardo este último recuerdo.

09 junio 2010

SOY MUJER

A ROCHIS

Soy mujer proclama un cartel pegado en la pared del Ministerio del Uruguay, más precisamente, al lado de la puerta del Director General del Departamento de Cltura.

Se quedó pensando en ese “soy mujer”. Debía esperar, tenía una misión por cumplir, la traía desde Buenos Aires

. Poseía todo el tiempo del mundo para aguardar allí sentada. Era una mujer y ese día sentía orgullo de ella misma. Extrañaba sus costumbres, su rutina diaria de la que tanto renegaba en el día a día. En Argentina era feriado. En Uruguay todo seguía la normalidad de un día lunes. Le cerraron la puerta en la cara. Allá y acá todo huele igual.

Tantas veces le habían cerrado la puerta en la cara, y como no era la primera vez que sucedía, actuó en forma enérgica, erguida, porteña, pero con la tran

quilidad que la experiencia le había legado.

Se sentó a esperar. Tenía tiempo. Todo el tiempo que siempre anhelaba. Observaba el ir y venir de la gente, las rivalidades entre compañeros de trabajo, la competencia por el puesto, por el respeto. Todo igual. Parecía estar en casa. Por alguna razón, sabiamente, los llamaban países hermanos.

Los hermanos no tienen la misma forma de pensar, sin embargo, la esencia se lleva en los genes. Distintos, pero pueden ser iguales también.

De a ratos reojeaba aquel cartel “soy mujer” y pensaba que justamente estaba allí por ese motivo. Porque era mujer. Distinta al hombre. Nunca busco la igualdad absoluta porque creía que ser mujer tenía sus encantos.

Que ellos piensen que es el sexo débil, mito que se mantiene hace añares, y saberse las más fuertes de todas. No en vano tienen la tarea de parir hijos, criarlos, haber aprendido a hacer mil cosas a la vez. Y ese don tan preciado que todas tienen, pero que no

todas usan. El poder de seducir ¿Cómo hacen ellos,

los hombres, para decirnos que no? Pueden burlarse, renegar y mil cosas más, ¿pero decirnos que no? Les cuesta, verdaderamente les cuesta.

Volviendo al pasillo, agudizo su oído. Escuchó que su misión estaba allí adentro. Otra característica pensó internamente y rió. Dijo una vez más, soy mujer. Como mujer se dio cuenta que no iba por el lado correcto. Un cartel lo vaticinaba, “Mal día para pescar”. Decidió que lo que tenían que hablar lo dejaría para otro día. Solo le entregaría el obsequio, un apretón de manos y con la frente bien alta regresaría a su país. Porque era mujer, porque los políticos son iguales en cualquier parte del mundo y porque la idea de irse a vivir a Uruguay se desvanecía mientras su amor por la Argentina crecía aún más.