24 febrero 2011

PESARES


Pena
----- dolor
-----------angustia
agobio de los días
intranquilidad de las noches

Pena
----- dolor
-----------olvido
rutina incesante
tedio cotidiano

Opresión
---------cansancio



Sueño
-------añoro
------------- deseo.

11 febrero 2011

EL VESTIDO ROJO


Despertó.

Estaba solo.

Sintió angustia y desconcierto.

No podía recordar el nombre. Tal vez nunca se lo había preguntado.

Aquél hotel de mala muerte no permitía notar el paso del tiempo. Estaba confundido, mareado.

Por las endijas de las persianas se colaba el sol del medio día.

Parecía que había dormido por horas. No tenía noción del tiempo.

Sentía el cuerpo impregnado con su aroma, pero se marchó sin dejar rastros. Comenzó a recordar que había sucedido la noche anterior. A eso de las siete de la tarde comenzó a caminar sin rumbo. La noticia lo había desbastado. Jamás lo hubiese imaginado de ella. Terminó en un barsucho, en las afueras de la ciudad. Comió alguna porquería y se dedicó a fumar sin pausa, con la mirada perdida. En un arrebató de realidad la vio. Era la mujer más hermosa, que en sus cuarenta años de vida, había contemplado.

Se olvidó de todo. De la mala noticia, de la traición, de aquél dolor profundo que experimentaba por primera vez.

Ella estaba sola. A tres mesas de distancia.

No podía dejar de mirarla.

Estaba enfundada en un corto vestido rojo que brillaba, encandilando.

Él llamó a la moza y pagó la cuenta de aquella mesa. Las miradas se cruzaron. Ella se acercó a la vieja gramola, buscó entre los discos y encontró aquella canción que tanto lo seducía.

Él quedó sorprendido. Recordó momentos con su mujer, con la que ya no era. Hizo foco en aquellas curvas bien marcadas, que danzaban suavemente al ritmo de la música. Se aproximó sin pensarlo. La tomó por la cintura y comenzaron a bailar. Sus cuerpos se atraían. Un calor intenso los inundaba. Él se estremeció. Ella parecía tranquila.

No podían dejar de bailar.

Parecían conocerse de toda la vida. Que no fuera cierto, era una gran ventaja.

El miró su boca. La deseaba. El calor no cesaba. Con un movimiento inesperado ella lo besó. Él respondió.

No pensaron. No hablaron.

Ella conducía la situación. Tomó su mano y lo saco de aquel lugar. Fueron al primer hotel que encontraron.

Solos en la habitación, no podían dejar de besarse. Ni siquiera sabían sus nombres. No hacía falta. Aquél vestido rojo quedó tirado en el suelo. Las caricias eran insaciables. La contemplaba con admiración. Ella seguía manejando el juego. Sus movimientos eran torpes. Estaba nervioso. Ella hacia todo para que él se entregara.

Hicieron el amor hasta agotarse. Una y otra vez.

Jamás había experimentado algo igual. Ninguna de las mujeres que habían pasado por su vida, se comparaba a ella.

Allí estaban desnudos, extenuados. Se quedó dormido sobre su pecho.

Despertó.

Estaba solo.

02 febrero 2011

PASCUA


Él no lo sabía.

Caminaba de un lado al otro.

Llevaba puesta esa camisa cuadrille engamada en azul.

Trataba de hablar por celular pero le era imposible.

Ahí estaban todos. Su familia. Sus seres queridos.

Lo vi.

Quedé sorprendida. Tenía muchas ganas de abrazarlo.

Me vio.

Descubrí que no sabía la verdad.

Me acerqué a él.

Le sonreí y lo tomé por el hombro. Nos fuimos caminando.

Hablábamos de cualquier cosa, como siempre.

Las lágrimas me jugaban una mala pasada.

Lo alejé de aquel lugar en el que iba a descubrir que había muerto.