¿ CUÁNDO FUE QUE ME ENAMORE DE VOS?
¿Cuándo fue que me enamoré de vos? Sentados en nuestra casa, mirando pasar la vida fascinados, escribiendo. Aquello que nos unió. Nuestra pasión.
Se que estoy en un país lejano que me adoptó hace años.
Me siento en casa. Mis raíces vieron la luz en estas tierras y hoy haciendo el viaje inverso al de mí abuelo, me encuentro escribiendo estas memorias, mientras te observo. No puedo dejar de mirarte.
Aquel día, que te vi por primera vez, me enamoraron tus palabras. No te comprendía muy bien, luego supe que nuestras miradas se entendían, nuestro idioma en común.
Quizás no eras lo que yo esperaba, tal vez demasiado. Aquella tarde, te admiré desde primera fila. Vos ya eras el que sos hoy, yo una simple mujer con sueños por cumplir.
Te hable, en realidad te hablo ella, nuestro ángel. A penas te dejó una humilde tarjeta con mi nombre y debajo una palabra que la sentía tan grande, que llegaba a sonrojarme. Escritora.
Tres días juntos, a la distancia. Luego todo volvió a la normalidad, resignada, pero normalidad al fin.
Llego un mail, en italiano, le pedí ayuda a nuestro ángel para poder comprender. Quedé sorprendida. Una felicitación para una gran escritora que había logrado conmoverlo. Respondí de manera inmediata agradeciendo tan bellas palabras, que casi sin merecer, llenaban de orgullo mi alma.
Continuamos en contacto y siempre me impulsaba a que de ese gran paso, publicar.
Quiso ayudarme, confiaba en mí. Estaba seguro que sería una inversión y no una perdida de dinero como yo respondía a sus mails.
Finalmente convencida de aquella palabra que figuraba en la tarjeta, me animé. Todo salió mejor de lo que esperaba. Él regreso para acompañarme.
Me enamore, y lo mantuve en silencio. Sabía de las diferencias. Su pasado era más largo que el mió. Sin contar la distancia, que olvidábamos, gracias a la tecnología pero que indudablemente existía.
Flashes, firmas, asedio, persecución, a él y a mí. Por fin nos liberaron.
Cenamos juntos en la habitación del hotel, teníamos muchas cosas que contarnos. Disfrutamos del silencio, reímos y tomamos vino. Nos relajamos, leíamos las frases más lindas de nuestras creaciones.
Yo te amo, me dijo con esa mirada profunda que me hacia temblar.
¿Amor? Si apenas me conoces.
Te leí, te conozco. Se de tus sentimientos, descubrí tus miedos, hasta se lo que te hace reír. Te conozco, me enamoraron tus letras. Respiré profundo ¿Cuándo fue que me enamore de vos? Sonreíste, ese era un rotundo sí.
Le dimos descanso a las palabras y nos besamos con pasión y dulzura. Hicimos el amor. Tu ventaja, la experiencia. La mía, la juventud. Sin dudas había sido una combinación perfecta.
¿Cómo seguir? ¿Cómo poder avanzar con ese muro lleno de sus cosas y las mías?
Lo hablamos en la cama, tomados de la mano, temerosos a tener que soltarnos por nuestra propia culpa.
Decidimos probar y a la vez tener la libertad de estar con otras personas. Éramos concientes que la distancia y nuestras ocupaciones nos llevarían a estar meses sin vernos.
No pude estar con otros, no quise. Lo extrañaba a él.
Nos veíamos todos los días, gracias al programita mediador. Muchas veces me invitaba a cenar, pedíamos el mismo menú pero extrañábamos el contacto. La suavidad de sus dedos de pianista, aquellos abrazos contenedores.
¿Qué harías por mí? Me pregunto uno de esos días, en los que la melancolía nos empuja al límite de las dudas. Dejaría todo por estar a tu lado, respondí.
Entonces hacélo. Con esa frase me fui a dormir. Al mes siguiente tenía todo listo para escribir un nuevo capítulo en nuestra historia. Italia me esperaba.
Me instalé en su casa, luego de que me confesó, que él tampoco había podido estar con otras mujeres. Lo había intentado, más por una necesidad física que espiritual. Sentía que era infiel, infiel consigo mismo.
La casa era grande con un jardín inmenso, lleno de árboles que se veía desde cualquier rincón.
Sabíamos que no iba a ser fácil, las manías habían viajado conmigo. Las de él, habitaban cómodamente la casa. El amor nos ayudó.
Teníamos nuestros tiempos. Pasábamos semanas separados, viajando a distintos lugares del mundo. Entre presentaciones, reportajes y charlas las horas pasaban más rápido. Queríamos volver al hogar. Al encuentro.
Solemos escribir al mismo tiempo. Nos gusta guardar el secreto hasta el final de la historia. Luego intercambiamos escritos. Ansiosos, desesperados. Nos provoca risa nuestra actitud infantil.
¿Cuándo fue que me enamore de vos? Te pregunto para poner fin a aquellas peleas sobre cotidianeidades y se que viene el abrazo y los besos que quitan mi mal humor.
Me gusta escribir en el jardín y mirarte de reojo. Estas memorias no se publican. Estas se dejan escritas en el corazón y se que las lees.
Allí estas, con tu pierna cruzada, ese gesto de despreocupación que pones al escribir. Sentado en el sillón de cuero blanco, aquel donde la luz llega mejor. Te detenés, para luego, arrancar con más ritmo. Por momentos levantas la vista y se cruzan nuestras miradas, me queres decir algo. Lo se. Pero bajo mis ojos y continúo escribiendo. Es la última hoja, justo queda un renglón para poner la frase final de mi escrito. ¿Cuándo fue que me enamore de vos?