26 septiembre 2011

PELEAR CONTIGO


Una vez escuché en una película “prefiero pelear contigo todos los días, a no tenerte”. Yo lo prefería así.

Sentía la necesidad de volver a encontrarme con él. De estar a su lado, peleando una y otra vez.

Esa era nuestra forma de decir te quiero.

Habíamos estado separados tres años.

Lo presentí. El buscaba lo mismo, tal vez cansado de la rutina. Quizás, aunque nunca me lo iba a reconocer, me extrañaba.

Aquel día que dije basta, la cosa no daba para más.

La única solución era separarnos.

Él jamás iba a dar un paso al costado pero hacía todo lo posible para que yo me hartara y la dedición quedara en mis manos.

No fue la mejor separación de todas las que ya habíamos tenido.

Fue definitiva.

Sentí mucho su ausencia tan presente.

Convivir era más complicado que cuando estábamos juntos.

Tuve que presenciar sus otros amores y él los míos.

Estaba profundamente enamorada de él.

El duelo llevó dieciocho meses hasta que volví a enamorarme, una vez más, de la persona equivocada.

Ya no me molestaban sus relaciones y hasta llegué a ignorarlo.

Jamás dejé de quererlo, eso lo tenía claro, él y yo. Pero el amor se había fugado.

Un día mi feliz y perfecta historia de amor se disolvió. Ni yo sé los motivos.

Ahí estaba. A mi lado a pesar de todo. Escuchándome con su historia y la mía.

Ambos sabemos que nuestro final no va a ser como el de los cuentos, tal vez en el fondo eso es lo que deseo, pero hoy comprendí que prefiero pelear con él toda la vida a que no esté en ella.

19 septiembre 2011

SENTIRTE


Una vez más.

……………..Sí, una vez más

El pasado

El hoy

Quiero hoy

…………...te quiero hoy

Juego

……..Placer

…………….Reencuentro

Tu cuerpo

…………..El mío

La historia

……………de nuestras manos

El recuerdo

…………….de nuestros ojos

Tu arde

………..el mío

Tu silencio

…………….mis palabras

Sí, una vez más

sin pensar, sólo sentir

……………………….sentirme

…………………………………sentirte

………………………………………….Una vez más

12 septiembre 2011

LOS LUGARES QUE ME AMARON


Lugares. Momentos. Vida.

Junín y un año que ya no recuerdo. Un invierno. Un comienzo. Un despertar.

La niñez de la mano de la inocencia y un corazón latiendo.

La escuela de Beauchef. Sus aulas, el patio, las baldosas que pisé, transformadas en nubes que me llevaban a soñar. Unas llaves. La primera ilusión.

Los veranos en Daract, un helado compartido, una historia en bicicleta, la vereda y el umbral.

Aquella calle que no me aviso que sería mi hogar. Año tras año por el mismo lugar, camino a la casa de los abuelos.

Alberdi entre Varela y Pedernera, se sumaban a este mapa. Una vuelta a empezar, un “si, gracias”, un amor incondicional. La vida que cambiaba.

El aroma y tu apodo, la aventura y la verdad.

La amistad que se mezclaba en un rincón del corazón. Las escaleras cotidianas, tus ojos y mi dolor.

La Lucila y su mar, aquella estrella fugaz mensajera de una despedida para siempre.

Una fábrica, tu saludo y la sonrisa picaresca aferrada a mi alma.

Aquellas calles de Almagro que guardaron el secreto. Esa plaza donde descansan mis letras perdidas y un te amo olvidado.

El trayecto a casa de mis padres, caminando, varias veces. El viento que secaba mis lágrimas.

El escondite secreto que nos refugiaba de la realidad, que a la vuelta de la esquina nos daba una cachetada.

Un adiós sellado en Palermo y una decisión tomada en Pilar.

El recorrido del treinta y seis, un mate, una mirada y tu mano sujetando la mía. El Botánico y la cuenta regresiva para verte.

Un jazmín y dos bares

Un cine.

Y mi casa cayéndose del mapa.

06 septiembre 2011

LAS NOCHES


Las noches de Madrid siempre habían sido iguales.

Hacía nueve años que estaba instalada allí. Dije que iba porque quería crecer. Despegar. La verdad, huí. No quería volver a verlo nunca más en la vida.

Era muy chica cuando nos pusimos de novios. Él tenía su vida hecha y yo recién comenzaba a salir al mundo. Mundo que me aterraba, muy distinto al que había imaginado. Tantos cuentos de hadas, me habían hecho crear en mi mente, una realidad que muy lejos estaba de la verdad.

Lo amaba. Demasiado. Él no.

Peleábamos constantemente hasta el punto de llegar a lastimarnos con palabras hirientes. No podía dejar de amarlo y me fui.

Llegué a España por una casualidad. Me salió una beca en la facultad y no dudé.

Inmediatamente conseguí trabajo en una escuela secundaria, ellos la llaman preparatoria. En Madrid conocí a Pablo. Nos hicimos amigos y con el tiempo decidimos probar como pareja. Él era muy distinto a aquel amor que había dejado en Argentina. Teníamos una relación tranquila, sin peleas, sin agresiones, sin nada. De tan buena que era, se tornaba aburrida. Decidí que mi vida debía cambiar. Las noches de Madrid siempre eran iguales, hasta que una mañana mientras desayunábamos juntos, me animé a decirle que ya no quería seguir. Pablo no se enojó, no gritó, no me odió. Yo esperaba una reacción, pero no sucedió.

Mi soledad y yo caminábamos las calles madrileñas pensando y sintiendo. Viviendo o tal vez sobreviviendo.

En un arranque de melancolía tomé un avión y volé a casa. Reencontrarme con mis seres queridos, me devolvió a la vida.

Decidí verlo. Sea cual fuera su situación. Jamás lo había olvidado, incluso en el mejor momento de la relación con Pablo.

El coraje lo había dejado en España. Di treinta vueltas antes de marcar su número. Tal vez no era el mismo ¡habían pasado tantos años! Eso también me asustaba. Si bien el tiempo me había favorecido físicamente, mi alma había cambiado. Las desilusiones de la vida me convirtieron en una mujer autosuficiente, refugiada tras un escuro de acero.

Llamó una, y el corazón me latía cada vez más fuerte. Llamó dos y me estaba arrepintiendo. Al tercer sonido estaba decidía a cortar, pero alguien del otro lado me frenó con un hola, que tuvo que volver a repetir, porque mis palabras habían quedado atrapadas en mi garganta. Finalmente respondí con otro hola. Inmediatamente reconoció mi voz. Se lo notaba contento. Mi tono era uniforme. Miedo y más miedo. Quedamos en vernos en el lugar de siempre. No estaba tan segura de poder volver a aquel sitio, pero lo intentaría, eran más las ganas de verlo.

Él también había cambiado, los años lo habían hecho madurar. Un matrimonio frustrado y una hija fruto de aquel amor que no perduró. Hablamos mucho de varias cosas. Sentía unas ganas inmensas de que sus brazos me envolvieran. No se lo pedí. Me fui de aquel lugar con la sensación de no haber dicho todo. Quería volver a Madrid a pesar de que sus noches siempre eran iguales para mí. Prefería la aburrida cotidianeidad, que volver a sentir amor.

Me quiso ver antes de mi partida. No habló. Se acercó al punto de incomodarme y me dijo “que tonto fui al dejarte ir”. Sonreí asintiendo su afirmación. Me besó y no me resistí. No esta vez.

Algo volvía a empezar.

No viajé. Decidí quedarme a su lado.

Valía la pena una segunda oportunidad. Ya no creía en refranes, las segundas vueltas podían ser mejor que los primeros intentos.

De algo estaba segura, las noches de Buenos Aires nunca habían sido iguales.