09 febrero 2010

LA TARDE DEL COLIBRÍ

En esta ocasión, quiero publicar un cuento que escribí cuando tenía catorce años.
Quizá no sea el mejor o el más correcto. Pero fue allí cuando sentí que lo que más me gustaba en la vida era escribir. Espero sepan disculpar este atrevimiento y no me ofendo si no recibo comentarios al respecto.

Saludos

LuluZiña.
LA TARDE DEL COLIBÍ

La última tarde que lo vi, una lagrima derramada recorría mi rostro marcado por el dolor de aquel adiós que le había dicho.
Esa misma tarde, aquella fatalidad nos dejó una marca inborrable a todos los que conocíamos a Juan.
El colibrí que presenciaba toda la historia de nuestro amor, no volvió a posarse en las flores del jardín de mi abuela.
Todo comenzó años atrás, cuando yo trabajaba de mesera en el bar de mi tío. Un sábado, tuve que atender a la mesa dos, reemplazando a una compañera. En la misma, estaba sentado Juan con su novia. Discutían muy fuerte y mi tío me pidió que trate de calmarlos porque estaban dando un desagradable espectáculo al resto de los clientes.
Me acerque cautelosa y les pedí muy amablemente que bajaran el tono de voz. No lo hicieron. Mi tío, hombre de pocas pulgas, les pidió que se retiraran del lugar. El chico se disculpó, pero la muchacha se levantó muy enfurecida, llevándose el mantel con ella, tremendo lío provocó, tuvimos que limpiar todo aquel desorden.
Un día, aquel joven volvió. Estaba sólo, cuando me dispuse a tomarle el pedido, el muchacho me reconoció y me volvió a pedir disculpas por el comportamiento de aquella chica. Era temprano y el bar estaba vació. En compensación por lo ocurrido, me invitó a sentarme en su mesa y tomar un café con él. Yo no quería, pero lo vi tan necesitado de un oído que lo escuche, que me dio pena y accedí a su pedido. Me contó a cerca de aquella historia de amor que había culminado esa tarde de sábado en el bar de mi tío.
Desde ese día comencé a salir más seguido con Juan, lo acompañaba a todos lados y aprendí a quererlo.
Después de un tiempo comprendí como había sido la verdadera historia de aquella ruptura. Juan tenía una muy buena posición económica y un gran futuro, pero eso lo descubrí cuando ambos estábamos enamorados.
Ese verano había llegado lleno de amor. Recuerdo que los dos adorábamos ver a los colibríes tomando el néctar de las flores del jardín de mi abuela, pero había uno en especial que era multicolor y nos pasábamos horas contemplándolo. La vida junto a Juan era maravillosa.
El verano culminaba y yo comenzaba una nueva etapa en mi vida, la facultad. No es porque sea vanidosa, pero en poco tiempo me convertí en una de las mejores alumnas.
El invierno trajo con el, la pelea más grande que tuve con Juan. Se había vuelto un hombre muy celoso y materialista, no era el mismo que compartía las tardes de verano conmigo. El amor parecía enfriarse. Con las esperanzas de que nuestra relación mejore, nos fuimos a vivir juntos. La convivencia se tornaba insoportable, tenía ganas de salir corriendo. Miles de veces trate de salvar nuestra pareja y terminé dándome cuenta que lo mío con Juan había sido sólo un apoyo mutuo. Dos personas que se habían hecho un favor acompañándose uno al otro.
A esa conclusión llegué el día que conocí a Ignacio. Éramos compañeros de la facultad y pasábamos mucho tiempo juntos, entre exámenes y trabajos prácticos. Aprendí lo que era el amor, me sentía querida verdaderamente, pero esa felicidad no era completa porque Juan no quería darse cuenta que nuestra relación había terminado. Ya no nos amábamos. Él seguía con su vida como si nada hubiera pasado y yo seguía viendo a Ignacio a escondidas, me dolía en el alma engañarlo, pero no me dejaba opción. El amor que Ignacio y yo sentíamos sobrepasaba cualquier límite, hasta el del respeto por mi pareja.
Una mañana Ignacio me pidió que nos casáramos, no tuve otra opción que enfrentar de una vez por todas a Juan, debía saber la verdad. Esa misma tarde nos encontramos en el bar de mi tío. Aquel bar, que lo había visto pelear con su ex novia, el mismo donde yo lo había conocido y que presenciaría aquel adiós.
Esa fue la última palabra que Juan escuchó, adiós. Él se desvaneció en el piso del bar y los médicos ya no pudieron hacer nada. Su problema cardíaco fue el único secreto que no me había dicho. Tarde mucho tiempo en recuperarme, a pesar de la ayuda de Ignacio que siempre estuvo a mi lado.
Al siguiente verano volví a la casa de mi abuela junto a él. No podía dejar de buscar a aquel colibrí multicolor participe de mi pasado, pero ya no estaba allí.
Ahora soy una mujer feliz junto a Ignacio, el tiempo paso y fue bueno con nosotros. Tenemos dos hermosos hijos adolescentes, que no logran comprender la lagrima que recorre mi rostro, cuando veo a un colibrí tomando el néctar de aquellas bellas flores del jardín de mi abuela, los sábados de verano por la tarde.

10 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

Es muy maduro para escribirlo con catorce años.
Te felicito.

Besos.

Alís dijo...

Coincido. La historia tiene matices que no suelen salir de la mente de una adolescente de catorce años.
Bella historia
Un besito, LuluZiña

Xiomara dijo...

Excelente historia bien narrada…el colibrí como símbolo de un amor fallido… ufff me encanto besos

Rochies dijo...

ME GOLPEA CERCA por mucho de los matices que los demás resaltan.
Recordar la última palabra, la última escena es a veces una mochila dura de llevar.
Entiendo esa manipulación en la convivencia. Entiendo que él quisiera conservarla cerca a cualquier precio. Y Ud?

H. Chinaski dijo...

Diriase que a los catorce años ya eras muy madura para ser capaz de relatar esa historia.
Creo que ya tenias vocación de escribir.
Besos Luluziña

Atlántida dijo...

cuando uno deja de emocionarse viendo los colobrís realmente algo falla, y eso del apoyo mútuo, siempre he pensado que existen relaciones puentes, necesarias y que te preparan para las verdaderas relaciones.

14 años y ya toda una escritora! te envidio, yo nunca tuve paciencia para escribir nada que tuviera un principio y un final fuera de mi vida.

Desvanecerse dijo...

Quisiera agradecer tu comentario en mi humilde espacio y tambien el dejarme conocerte con tus textos.

Todos los que disfrutamos con las palabras dejamos parte de nosotros mismos en cada una de ellas, porque tenemos algo que decir y es la mejor manera que conocemos para hacerlo.

Gracias
Besotes

La paciente nº 24 dijo...

Pues si yo hubiera estructurado así de bien mis relatos a los 14 años...pero ni ahora consigo darle ese tipo de circularidad. Pues eso, que me ha gustado mucho.

Merce dijo...

Me encanto, se puede decir que sos toda una escritora... desde aca lectora que espera leerte en papel. Saludos

Dejame que te cuente dijo...

Ya escribias bien a tan temprana edad..
precioso relato..
saludos lulu