05 enero 2012

EN EL JARDÍN DE LAS ROSAS


- Gracias por venir, Carolina.
- No es nada. Yo también tenía ganas de verte es sólo que me cuesta salir a la calle.
- ¿Cómo vas llevando estos días?
- Como puedo. Muchos trámites tediosos que hubiese preferido evitar.
- Preguntale si me extraña. – interrumpió Martín, como era de costumbre.
- No empieces – dije sin darme cuenta que en realidad nadie podía verlo.
- ¿Estás bien, Laura?
- Si, si es que está vibrando mi celular en la cartera y no quiero que empiece a interrumpir. Mejor lo apago- y retomé la conversación - ¿Lo extrañas?
- Sí, por supuesto. Demasiado – Y las lágrimas comenzaron a caer por su rostro y no pude evitar llorar con ella. Martín observaba la escena mientras sentía una gran impotencia de no poder hacer nada. Por suerte nos recuperamos gracias a alguna anécdota graciosa que recordamos de él.
- La carta. Dale la carta de una vez – se impacientaba Martín. Yo también me impacientaba. Él me impacientaba.
- Caro, yo estuve guardando algunas cosas personales de Martín y encontré una carta dirigida a vos. – saqué de la cartera el sobre. Las manos me transpiraban y me sentía culpable de estar mintiéndole.
Carolina lo tomó. Lo acariciaba como si acaso tocándolo, Martín, regresara a la vida.
Finalmente tuvo las fuerzas para abrirlo.



Mi amor. Caruchi:

Tal vez cuando leas esta carta, yo ya no esté a tu lado. Son esas ocurrencias que a veces se me cruzan por la cabeza. No me quisiera ir sin decirte todo lo que te amo y lo que significaste en mi vida.
Yo no conocía el amor. Lo busqué incansablemente, equivocándome una y otra vez. Nunca era la indicada. Pero un día, por casualidad, o quizás no, apareciste en mi vida. Me devolviste la confianza, la fe. Volví a creer y sentí por primera vez ganas de reconocer mi amor ante Dios, nuestra familia y amigos.
Fue una boda preciosa, mi amor.
Sé que en estos momentos no debés encontrar consuelo. Te entiendo. Siempre fuimos tan compañeros, tan unidos. Debes extrañar mis locuras, aquellas que muchas veces te hacían enojar, pero no más de dos horas, porque mis chistes te robaban una sonrisa y todo quedaba olvidado. Seguramente yo también esté sintiendo tu ausencia, pero creo entender que las cosas suceden por algo en esta vida. Nosotros debíamos conocernos y cumplir nuestro sueño de amar sin condición. Sé que esperábamos más. Que buscábamos concebir el fruto de nuestro amor. Que yo no esté, no quiere decir que tu sueño no se cumpla. Algún día, sin buscarlo, aparecerá otra persona y quiero que no te detengas. Mi alma estará feliz si tu vida continúa. Espero que cumplas este deseo y nunca te olvides que te amo con todo mi corazón.
Adiós preciosa

Martín.

Carolina comenzó a llorar nuevamente. Yo no sabía cómo calmarla. Ni a ella ni a Martín.

- Perdón, no era mi intención que te pongas mal.
- No, Lau, estoy bien. Es emoción. Reconocer que nuestro amor era tan puro que hasta me pide que sea feliz sin él. Sin egoísmos.
- Deberías hacerle caso. Sé que ahora no es el momento, y todo es un proceso pero no te cierres al mundo. Afuera hay un montón de cosas por hacer.
- Lo sé. Gracias, Laura, por hacerme llegar esta carta. Me da mucha paz.
Martín no hablaba. Decidí que la visita estaba concluida.
Me disculpé con Carolina y me retiré de aquel lugar.
Él no me seguía. Supuse que aún quería contemplar un rato más a su mujer, que se quedó releyendo la carta.
Ya iba a volver.
Aproveché para ir a ver a Joaquín, mi novio. Tuve la necesidad de pasar un par de horas abrazados. No me había dado cuenta, la suerte de tenerlo a mi lado.

4 comentarios:

David Cotos dijo...

Hermoso final.

La sonrisa de Hiperion dijo...

Estupendo el texto que nos has dejado, como siempre un placer.

Saludos y buena tarde de domingo.

Alezhi dijo...

:´(, demonios, odio ser tan sensible, te confieso que me conmovió mucho lo de la carta, tanto que se me salió una que otra lagrimilla, que bonito que tengas la capacidad de exaltar esas emociones en otras personas, y mejor aún, que lo compartas con plenos desconocidos que nos atrevemos a pasar por aquí para leer tus palabras.

Saludos :)

Raúl dijo...

Un relato que, ante todo, apela a las fibras más sensibles.
Abrazos.